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Puigdemont, desafiante, ignora su cese y llama a los catalanes a la resistencia pacífica

El expresidente hace una declaración institucional desde la televisión pública catalana y comunica que trabajará por la república.

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León

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cristian reino | barcelona

Carles Puigdemont mantiene el pulso. El destituido presidente de la Generalitat compareció ayer, un día después de que la Cámara catalana proclamara la república independiente y de que el Gobierno despidiera a todo el Ejecutivo autonómico y convocara elecciones, para transmitir dos mensajes a la ciudadanía. Por un lado, quiso dejar claro que no se considera cesado y, por otro, llamó a la ciudadanía a la resistencia pacífica para defender las instituciones del autogobierno.

Ni el Gobierno catalán ni los partidos soberanistas quisieron valorar el viernes la decisión de Mariano Rajoy. «Calma» fue la consigna en el independentismo. Pero Puigdemont tuvo que salir ayer a dar una explicación a un independentismo desconcertado. No aclaró el futuro más inmediato, aunque dio alguna pista. De entrada, mostró su «voluntad de continuar trabajando para cumplir los mandatos democráticos» del referéndum del 1 de octubre. La Cámara catalana, con el apoyo del 51% de sus diputados, declaró el viernes la independencia e instó al Gobierno catalán a iniciar el proceso constituyente y a hacer efectiva la secesión. Esa es la tarea que tiene el soberanismo por delante si es que apuesta, como parece, por seguir hasta el final, a pesar de que desde el punto de vista legal ya no tiene el poder. Sí lo tiene para los soberanistas, que únicamente aceptan la legalidad que emana de la recién proclamada república, que no ha reconocido nadie hasta la fecha.

Por ello, Puigdemont ignoró que ya no es lo que era y firmó su declaración institucional como presidente de la Generalitat, informó de su intervención desde la Oficina de Comunicación de la Consejería de la Presidencia del Palau de la Generalitat, membrete oficial incluido, y compareció desde las escaleras de la Delegación de la Generalitat en Gerona.

El desafío podía haber sido mayor, pero el destituido jefe del Ejecutivo catalán evitó grabar su discurso desde el Palau de la Generalitat como es habitual porque podría haber incurrido en un posible delito de usurpación de funciones, que se añadiría al de rebelión y/o sedición, cuya querella ultima la Fiscalía para mañana. «Son los parlamentos los que eligen o cesan los presidentes», afirmó en su discurso.

Puigdemont podría instalarse en la desobediencia, a pesar de que piezas clave de su Ejecutivo, como el director general de los Mossos o el mayor del cuerpo policial hayan acatado a las primeras de cambio su despido. Sus consejeros ratificaron las intenciones de su jefe, y Toni Comín, exconsjero de Salud, y Jose Rull, de Territorio, también expresaron su voluntad de continuar en el cargo.

El escenario que plantea Puigdemont está cargado de incertidumbres, un rasgo característico de la política catalana en estos meses. El expresidente de la Generalitat pretende hacer efectiva la independencia, cuyos primeros pasos serían poner en marcha el proceso constituyente y tomar el control del territorio, con la dificultad añadida de que ha perdido el control sobre los Mossos.

De ahí que el independentismo siga confiando en la gente. «No hay que subestimar la fuerza del pueblo de Cataluña», dijo Puigdemont hace un mes y ayer volvió a apelar a la ciudadanía de Cataluña para que haga una «defensa» de la república recientemente proclamada. «La mejor manera para defender las conquistas alcanzadas -subrayó- es la oposición democrática a la aplicación del artículo 155», y «debemos hacerlo preservándonos de la represión y de las amenazas, y sin abandonar nunca una conducta cívica y pacífica».

Los exconsejeros tratarán de regresar mañana a sus despachos como si fuera un día normal y será el momento para ver en qué términos se plantea este nuevo pulso con el Gobierno de Rajoy. Y es que está por ver qué tipo de defensa propone el secesionismo de las instituciones de autogobierno. Las continuas apelaciones al civismo y al pacifismo dejan entrever que desde el alto mando independentista se temen situaciones similares a las del 1 de octubre.

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