LEONESAS DE AYER Y HOY. LOURDES RAMÍREZ MUÑOZ
La guardia civil que más manda en León
ana gaitero | león
Lourdes Ramírez Muñoz vino al mundo con un tricornio bajo el brazo. La hija menor de aquel guardia civil cordobés destinado en un pueblo de Granada nació en el cuartel. «En aquellos tiempos, aún no tenían Seguridad Social y mi madre se arreglaba como podía», explica.
La teniente Ramírez es la única, entre cinco hermanos, que se enroló en el cuerpo. «Mi padre está encantado, no; lo siguiente. Él quería que tuviéramos un trabajo fijo pero que su hija pequeña esté en la Guardia Civil lo lleva en el alma», dice con orgullo. No había alcanzado la edad reglamentaria cuando echó la instancia para ingresar en la Academia de guardias y suboficiales de Baeza. «No pude entrar como ‘polilla’ en el colegio de Valdemoro porque no estaba preparado para recibir mujeres», apostilla.
La profesión le tiraba desde pequeña. «Quizás no tuve las experiencias más duras que sí vivieron mis hermanos (largas jornadas laborales, noches, etc.)». Su idea de la profesión se acercaba más a los estereotipos de Oficial y caballero, pero tuvo la precaución de matricularse en Informática «por si no aguantaba la academia». Era 1990, tenía 18 años y se enroló en la tercera promoción que admitía mujeres en la Benemérita.
Actualmente, está al mando del puesto principal de Armunia, el más importante en seguridad ciudadana de la Comandancia, y es la mujer que ostenta una graduación más alta en la Comandancia de León, donde la plantilla femenina alcanza la discreta cifra de 53 miembros sobre un total de 1.200 efectivos. Asegura que intenta ser «más líder que jefe» lo cual, explica, «no consiste tanto en hacer las cosas porque las digo yo, sino por convencimiento. De esta manera los guardias te acompañan a donde haga falta». Y ella también. «Mi función es más directiva que operativa, me involucro, no me gusta trabajar solo desde el sillón», subraya Los galones no le impiden coger las comunicaciones y el chaleco y «dar el alto a un vehículo si hace falta».
Hacer carrera en el cuerpo supone cambio de destino en cada ascenso. Ramírez tuvo su primer destino en un pueblo de Huesca, mientras una gran parte de sus compañeras y compañeros de promoción hacían servicio en Barcelona en el año de las olimpiadas. Luego fue a Navarra. Al ascender a cabo se trasladó a Castellón y puso a prueba por primera vez sus dotes de mando. En Segorbe pasó algunos de sus mejores años en la Benemérita. Luego consiguió plaza en Valencia, su tierra de adopción, pero al llegar a sargento le trasladan a Lumbreras, Salamanca, donde también asume la comandancia del puesto. Animada por su pareja y actual marido, también guardia civil, hizo el curso cinológico y llegó a ser la jefa del adiestramiento de perros de seguridad y rescate en El Pardo.
A Carrión de los Condes llega con el grado de alférez. «Estando allí salió un curso de control de masas y mi marido me dijo que él me podía entrenar. Me preparé duramente. Ha sido el curso que más me ha costado, pero fui a por todas y lo terminé con éxito», apunta. Es cuando por fin entra en León, en el GRS de La Virgen del Camino.
En esta etapa se plantea formar una familia, sin dejar su carrera profesional. Tiene que pagar un precio. Profesionalmente, en la Guardia Civil, una mujer tiene las mismas oportunidades que un hombre. La realidad es que Lourdes Ramírez retrasó su maternidad —es madre de dos niñas de siete y cuatro años— y tuvo que separarse de las criaturas cuando llegó a teniente, en 2014 y le trasladaron a Valencia. «Promocionarse es muy bonito, pero el sacrificio que haces es exagerado. Lo sufres en tus carnes», admite. «Y puedo decir que he tenido buena suerte porque al año salió la plaza de Armunia y la conseguí», añade.
Con 27 años de carrera laboral a las espaldas, relata que uno de sus peores momentos los vivió en la riada del camping de Biescas, en 1996. «La imagen de los fallecidos que habían sacado del fango fue psicológicamente muy impactante. Somos guardias civiles pero también personas y no estamos preparados para vivir tragedias de tal magnitud», admite. Otro momento complicado es reciente. Fue el asesinato de una víctima de violencia de género. «Nunca te imaginas que te puede pasar y pasó. Tienes un sentimiento... ¿Pude hacer algo más? No sabes en qué momento un caso se sale de la normalidad». El puesto de Armunia tiene en el VioGén un total de 36 mujeres con protección. «Toda la plantilla está involucrada en este tipo de delitos que está alcanzando unos niveles no deseables», afirma.
Uno de los servicios más satisfactorios fue el hallazgo de una anciana desaparecida dos días de una residencia. «Estaba agazapada en unos matorrales. Cuando me dijeron que la habían encontrado lo primero que pregunté fue ¿cómo está? Fue una alegría inmensa oír decir que estaba viva». A cualquier niña que decida ser guardia civil le dice alto y claro: «¡Adelante! La Guardia Civil tiene un espectro tan amplio que puedes ser lo que quieras».