Puigdemont cada vez se encuentra más acorralado
c. reino | barcelona
¿Tanto cuesta sacrificar a un catalán? La pregunta la formuló la vicepresidenta del Gobierno y a día de hoy no tiene respuesta, aunque la presión sobre Carles Puigdemont es máxima. El expresidente de la Generalitat resiste en su búnker de Waterloo arropado por su guardia pretoriana, pero cada vez está más solo. No solo Esquerra y su partido, el Pdecat, le piden que renuncie a la investidura, sino que el reloj corre en su contra ya que entre marzo y abril podría ser inhabilitado por el Supremo para ejercer un cargo público. Si eso ocurre, de nada servirá que Junts per Catalunya y Esquerra reformen la ley de la Presidencia de la Generalitat para permitir una investidura a distancia.
«Puigdemont tiene paralizada Cataluña», afirman fuentes republicanas, a las que les cuesta encontrar interlocutores en Junts per Catalunya para desbloquear una negociación que vuelve a poner al independentismo frente al espejo.
Todas las partes de la negociación apuntan que el embrollo acabará en acuerdo y que tarde o temprano habrá Gobierno en Cataluña. La cuestión es Puigdemont, quien ayer insistió desde Bruselas en que las negociaciones «avanzan bien» porque las dos partes «quieren lo mismo». «ERC y el PDeCAT intentan quitárselo del medio, pero no lo consiguen», señala Oriol Bartomeus, profesor de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Barcelona.