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la semana política que empieza Fernando Jáuregui
León

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U no diría que esta semana que comienza podría ser, a la vez, la del inicio del deshielo de la situación en Cataluña. No se puede aguantar más, aunque haya quien aún crea y diga, que la normalidad existe porque las panaderías siguen abiertas. Faltaría más. Pero no, todo es anormal, extraño, ajeno a los usos democráticos. Y lo peor es que nos está envenenando a todos, a uno y otro lado del Ebro: qué duda cabe de que lo sucedido en Cataluña desde, pongamos, 2012, pero especialmente en los dos últimos años, va a dejar una huella profundísima, y no para bien, en el cuerpo nacional. Las soluciones son todas malas, unas menos que otras, esa es la verdad. Pero hay soluciones.

Me dicen que Puigdemont acabará, más pronto que tarde, renunciando a su escaño para permitir otras mayorías, a cambio de imponer a su candidato/a a la presidencia de la Generalitat. Uno siempre apostó por Elsa Artadi, pero ya sabemos que hay otros nombres circulando, como el de Turull, en sustitución del de Jordi Sánchez, el preso, que no era sino una provocación más lanzada contra el Estado, en general, y contra el juez Llarena en particular. Ese mismo juez que este martes recibirá, si todo se cumple como está previsto, que es mucho decir, a un Sánchez que aseguran que está, como antes lo hicieron otros, dispuesto a abjurar de su programa de máximos independentista. Ya veremos si, de hacerlo, eso le basta para salir de prisión, pero lo cierto es que son muchas las voces, y no solamente en Cataluña, que consideran que la prisión provisional de ‘los cuatro’ encabezados por Oriol Junqueras se está prolongando peligrosamente.

El independentismo ha perdido, y no hay más que ver a Puigdemont en un festival de cine en Ginebra: no sabe muy bien por dónde tirar. O la rebatiña de poder entre Esquerra y las formaciones primigeniamente afectas a Puigdemont, para no citar ya la presencia, para todos odiosa, de la CUP. Saben que ha llegado la hora del desbloqueo, aunque sea a costa de unas nuevas elecciones, con un nuevo candidato/a y nuevas propuestas a la sociedad catalana, que está harta, y del resto de España, crispada y cerrando filas de manera que será difícil recomponer un clima de concordia nacional en los próximos años. No crean, no, que los ciudadanos están ‘pasando del tema catalán’, como quieren creer algunos optimistas.

Pero el caso es que algo ha de moverse ya mismo, esta semana quizá. Es preciso que el Parlament celebre de una vez su sesión de investidura, que alguien resulte investido o, en su defecto, que vuelvan a convocarse elecciones, que sospecho que tendrían un resultado incierto: resulta muy complicado predecir las reacciones de la ciudadanía catalana en términos globales. Pero, en cualquier caso, lo que no puede ocurrir es que esto siga así: nos está carcomiendo demasiado a todos.

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