Diario de León
Julio Cayón coloca la corona sobre la imagen de Nuestra Señora del Mercado, durante los preparativos para la procesión de hoy. JESÚS

Julio Cayón coloca la corona sobre la imagen de Nuestra Señora del Mercado, durante los preparativos para la procesión de hoy. JESÚS

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La gobernarán y no será de ellos. La bajarán, vestirán y tocarán, la sacarán en procesión, y no será suya. Que la devoción no tiene dueño. Que no está escrito que así sea. Que es, pero nadie dijo que fuera.

La pujarán, sí, pero llevarla la llevará la ciudad, mecida entre sus alumbradoras, rezada con la devoción popular de sus mujeres, esas a las que no dejan ni tocarla, esas a las que no se permite acercarse, esas que aún callan en esta tierra de palabra de hombre y silencio de mujer, esas a las que obligan a contemplar de lejos su rostro a punto de romper a llorar. Tanta dulzura tallada sobre un hueco peral. Tanto tiempo pasado para que todo siga igual. Que es así, pero nadie dijo que fuera.

Dentro dicen que quedará hoy. Que hoy dicen que el cielo llorará sobre León sin piedad y la Piedad tendrá que quedarse en casa. La Virgen de la calle, la Señora de León, la dueña de las plegarias. Ella, la Virgen de ellas, quieran o no quieran. Ella, la de la marea de cera blanca.

Negro será el cielo, anuncian, cuando a las ocho de la tarde repiquen las campanas de la iglesia de cuatro esquinas, a Capilla y Mercado, a Herreros y el Grano, que el milagro da a cuatro calles y no es milagro que desde hace siglos se venere a la Virgen del Mercado, la Antigua, herencia de fe, devoción antigua y profunda.

Por Herreros saldrá la Virgen que en Viernes de tarde, sin que haya cambiado aún la luna, con el invierno sobre la ciudad aunque ya sea primavera, corona la ciudad como Reina sin más preguntas, sin bulas ni papeles, que no necesita León permiso.

Si el cielo hoy lo permite, entrará por Escurial para detenerse en las Carbajalas primero y bordear la plaza en la que cuentan que mucho antes que Simón Albar, otro pastor vio arder una zarza en el pradón que luego sería explanada y mercado, empedrado y grano, y prometió que allí se velaría a la Aparición, y luego, por la ciudad vieja, aparecerá en la capilla del Cristo de la Victoria, donde dicen los legajos que vivió Marcelo, que fue centurión romano antes que santo, para llegar a Santo Domingo, la plaza del viejo convento, para que León tome la palabra y entone su Salve, la de la fe en Ella.

Dicen que hoy no habrá calle para la Virgen de la calle. Que Ella quedará dentro, ¿y ellas?

Que no se cumpla el vaticinio. Que no sea. Que alumbren a la Señora de la marea de cera blanca y tez morena, teñida por tantos siglos de rezo y velas. La Virgen de la calle. La Señora de León. Dueña de sus plegarias. Ella que es de ellas.

La procesión del Viernes de Dolores:

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