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Puigdemont se niega a claudicar

Insiste en aspirar a la investidura a pesar de que su candidatura ha conducido al proceso soberanista en Cataluña a un bucle sin fin Su abogado trabaja con el objetivo de lograr que no le extraditen o que no se acepte el delito de rebelión. ubtítulo cuerpo 16 principal Subtítulo cuerpo 16. 2 líneas.

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León

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ramón gorriarán | madrid

El 1 de marzo pasado, Carles Puigdemont anunció su renuncia «provisional» a ser candidato a la investidura de presidente de la Generalitat. Una provisionalidad que acabó ayer porque en su primer mensaje desde que ingresó el pasado domingo en la cárcel alemana de Neumünster dejó claras sus intenciones: «No claudicaré, no renunciaré, no me retiraré». Ya habían avisado diputados de Junts per Catalunya de que su candidato a la investidura, después de los intentos frustrados de Jordi Sànchez y Jodi Turull, era de nuevo el expresidente. Él mismo lo ratificó ayer. Un anuncio de difícil comprensión porque su candidatura, que divide las aguas en el independentismo, es una de las principales razones de que la política catalana haya entrado en un bucle, sin gobierno, con un proceso soberanista congelado y la administración autonómica intervenida por la aplicación del artículo 155 de la Constitución. «El día de la marmota», comentan los propios dirigentes secesionistas en referencia a la sucesión de candidatos imposibles que se presentan y que al minuto siguiente quedan en fuera de juego por su situación procesal. El primero fue el propio Puigdemont, al que el Constitucional advirtió de que no podía serlo a distancia y que debía regresar a España y presentarse en el Tribunal Supremo; el segundo fue Sànchez, al que el juez Pablo Llarena no autorizó a salir de la cárcel; y el tercero, Turull, al que el instructor envió a prisión provisional.

Apuesta imposible

Todo apuntaba tras el triple fiasco a que las fuerzas independentistas no tenían más salida que presentar a un candidato libre de causas con la justicia. Pero Elsa Artadi, el portavoz de JxCat, Eduard Pujol, y el vicepresidente primero del Parlament, Josep Costa, todos del círculo más próximo a Puigdemont, se enrocaron en que su líder debe ser investido. Una apuesta imposible porque no cuenta con el beneplácito de Esquerra ni del PDeCAT, que son mayoría dentro del secesionismo.

El expresidente de la Generalitat avaló ayer las palabras de sus colaboradores en su habitual lenguaje retador al Gobierno de Mariano Rajoy, al que acusó en el mismo mensaje de estar dispuesto a «pagar el precio de abandonar el Estado de Derecho y la justicia en aras de la ‘unidad de la patria’». Advirtió asimismo al Ejecutivo de que no va a dar un paso atrás «ante la actuación ilegítima de quienes han perdido en las urnas» y se guían por «la arbitrariedad».

Libertad vigilada

Es el primer aviso sobre sus planes políticos mientras permanece en la prisión alemana, y de la que intentará salir a partir de la próxima semana. La Fiscalía de Schleswig-Holstein, estado en el que fue detenido, presentará el martes a la corte estatal su informe sobre la orden de busca y captura presentada por España, y a partir de ahí los jueces del tribunal decidirán si dan luz verde a la tramitación o la archivan. El nuevo abogado del expresidente en Alemania, Wolfgang Schomburg, ha anunciado que pedirá al mismo tiempo una revisión de su situación para que salga de la cárcel y se autorice una libertad vigilada con arresto domiciliario. El letrado y exjuez del Supremo alemán ha apuntado que es posible frenar la entrega a España, o que al menos no se acepte el delito de rebelión, el más grave de los que imputa el juez Llarena a Puigdemont.

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