Diario de León
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Parecía inmune, pero no. La detención de Eduardo Zaplana apenas sorprendió. El pasmo fue mínimo en el PP, donde el sismógrafo no está para menudencias telúricas a la espera de la sacudida por la inminente sentencia del ‘caso Gürtel’. «El campeón», bautizado así dicen que por Julio Iglesias, no tenía hasta ahora ninguna causa viva en los tribunales a pesar de que con él empezó una forma de entender la política y los negocios en el PP de la Comunidad Valenciana que ha degenerado en una proesión de medios y altos cargos por los tribunales.

A los 34 años alcanzó su primer cargo de relieve, alcalde de Benidorm, gracias a una tránsfuga socialista a la que escondió en un hotel hasta el momento de la votación. Pero antes de convertirse en regidor protagonizó su primer coqueteo con la corrupción en el caso Naseiro. En una grabación de 1990 de una conversación suya con el concejal Salvador Palop se oye: «Estoy en política para forrarme». Él siempre ha negado que lo dijera, pero ha quedado para la historia como toda una declaración de intenciones. Desde luego, pobre no se hizo. Con su llegada a la Generalitat tras barrer al socialista Joan Lerma, comenzó la época faraónica en la Comunidad Valenciana con la Ciudad de las Artes y las Ciencias y el parque Terra Mítica como paradigmas. Después de siete años en el Palau de la Generalitat, dejó un PP valenciano todopoderoso, las mayorías absolutas se sucedían en las elecciones del ámbito que fuera, se trasladó a Madrid en 2002 para ser ministro de Trabajo con José María Aznar, cargo al que sumó la portavocía gubernamental. Pensaba que había dejado el partido en las buenas manos de su delfín, Francisco Camps, pero el heredero, en cuanto el rey salió por la puerta, se rebeló y se apropió del timón. Ya en la oposición, fue el primer portavoz en el Congreso de Mariano Rajoy, pero con hilo directo con Aznar desarrolló hasta límites de imaginación desbordante la teoría de la conspiración en los atentados del 11-M. Sembró dudas sobre la investigación policial y diseñó conjeturas sobre lo acaecido, lo que fuera para poner en tela de juicio la victoria de José Luis Rodríguez Zapatero. A Rajoy no le gustó y prescindió de sus servicios en 2008 en la purga de los restos del aznarismo. No se quedó descalzo, enseguida fue contratado como alto ejecutivo en Telefónica. Desapareció del primer plano de la escena política pero no se desenganchó. En la sombra cultivaba sus contactos...

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