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DESDE MADRID

El botín vikingo del PNV, Rajoy y el 155

La moción de censura depende de los cinco votos de los nacionalistas vascos que la negociarán si el PP no les toca sus ventajas en las cuentas públicas

El portavoz del PNV, Aitor Esteban, bromea con el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, este miércoles en el Congreso

Publicado por
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS
León

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El rasgo más acusado del PNV desde tiempos inmemoriales –su fundación se remite a 1895- es el de su ambigüedad y ciclotimia. El jueves, al mismo tiempo en que Madrid "por responsabilidad" respaldaba los Presupuestos y daba un balón de oxígeno a Mariano Rajoy que le ha durado veinticuatro horas, en Vitoria, aprobaba con la izquierda 'abertzale' el preámbulo de un eventual nuevo Estatuto soberanista. Los peneuvistas habían calculado el (mal) efecto de apoyar al Gobierno del PP, anegado en un trance de reputación pésimo, con el impacto de reverdecer los laureles del nacionalismo extremo. Con una mano, realismo; con la otra, maximalismo. Y el viernes ya estaban reclamando, con el lazo amarillo en la solapa, que el presidente del Gobierno presente "disculpas" por la corrupción gurteliana de su partido. Unos artistas estos del PNV.

Y de lo dicho nada: el PNV dribló con una verborrea de tómbola la vigencia del 155 en Catalunya y hasta se permitió aducir que su levantamiento “era inminente”. No lo parece, antes al contrario. En definitiva: los nacionalistas vascos presentaron su decisión presupuestaria con un cúmulo de altruistas y muy estadistas razones: estabilidad y responsabilidad. Incluso, alzándose en intérpretes auténticos de la situación catalana, adujeron que era mejor para su solución que ellos se comportasen como lo hicieron aunque hubiesen prometido pugnazmente que no lo harían si estaba vigente la intervención del autogobierno catalán. Solo Joseba Egibar ha reconocido que su partido "no había cumplido su palabra".

La razón esencial por la que el PNV aprobó los Presupuestos lo reflejó el titular de portada del jueves pasado de 'El Correo' de Bilbao: porque garantizan "una inversión récord en Euskadi". Y podría añadirse que, además de desmantelar el sistema de pensiones, lograba su incremento apaciguando el movimiento de los jubilados cuyo epicentro ha sido Bilbao. Al País Vasco van 570 millones de inversión directa, después de un cupo ventajoso. Todas las demás razones son secundarias y aun mendaces. Y es que este es el PNV. Nadie le pidió –ni los independentistas catalanes- que supeditase su política de pactos con el PP a la vigencia del 155. Fue la ejecutiva del PNV quien quiso estar al plato del Presupuesto y a las tajadas de la defensa del proceso soberanista.

La hipocresía peneuvista respecto de Catalunya no es solo actual sino histórica. Desde el primer momento el nacionalismo vasco vio con los peores ojos la aventura de Artur Mas, de Carles Puigdemont y de Quim Torra. El PNV nunca ha tenido una relación emocional auténtica con el nacionalismo catalán. Su fundador –Sabino Arana vivió en Barcelona entre 1883 y 1888, con su madre y su hermano Luis, cursando estudio de leyes- consideró que "Catalunya padece por ingratitud de su propia madre España, Bizkaia es presa de una nación extraña, que es patria común de catalanes, baleares y gallegos”. Lo irritante no es tanto que el PNV aproveche la debilidad agónica de Rajoy para sacarle las entretelas (la sentencia del jueves sobre el caso Gürtel deja noqueado al presidente, a su Gobierno y al partido) sino la hueca sublimación argumental que alcanza el cénit de la manipulación cuando aduce que de esta manera impide que se convoquen unas elecciones que ganarían Ciudadanos. De nuevo, resbalan. La realidad es que los nacionalistas ¡han aprobado el Presupuestos que los de Albert Rivera querían y en los que han colocado partidas por un importe superior a los 8.000 millones! Pero en la ejecutiva del PNV saben mover la aguja de marear y nada mejor que encubrir su incongruencia con Catalunya lanzando el mensaje de que su decisión contiene, aplaza y, a lo mejor, hasta frustra, un eventual gobierno naranja. Ya se ha visto que sus grandilocuentes tesis estadistas han tenido la fugaz vigencia de veinticuatro horas. Cantazo con la moción de censura a Rajoy. Vaya ojo clínico el del PNV.

La reacción del independentismo catalán ha sido inteligente ante esta puñalada peneuvista: no se ha dado por enterado, evitando los reproches e, incluso, estimado como buenos los argumentos de Bilbao. La bofetada sonora al separatismo catalán ha quedado amortiguada por el donaire de sus dirigentes: no ofende quien quiere sino quien puede. No hay mayor desprecio que no hacer aprecio. Pero, objetivamente, el PNV ha pillado botín presupuestario a la vikinga, no ha cumplido su palabra con Catalunya, ha apoyado al PP en su momento de mayor desprestigio y debilidad, ha votado con Ciudadanos el Presupuesto que también Rivera apoyaba y, al mismo tiempo, ha cocinado en Euskadi un postre dulce para quitar el mal sabor de boca ideológico de colaborar con los populares: el lanzamiento de un proyecto de Estatuto

en compañía de la izquierda 'abertzale'.

Círculo cerrado y los secesionistas catalanes con dos palmos de narices. De nuevo, a los peneuvistas les han movido el árbol y ellos han recogido las nueces. El PNV viaja mal con los principios y muy bien con los intereses. La moción de censura contra Rajoy depende de sus cinco escaños –al margen los 32 de Cs- pero no la secundarán si se corre el riesgo de que el Senado, con mayoría absoluta del PP, modifique los Presupuestos y el Gobierno revoque el botín obtenido si los de Aitor Esteban respaldan a Sánchez. Todo depende de las fechas. Y así lo que Catalunya ha perdido en Madrid con el 'procés' lo ha ganado el nacionalismo vasco con su impostura.