Cospedal demanda en su despedida un discurso «claro y desacomplejado»
María Dolores de Cospedal también se despidió ayer. Después de diez años como secretaria general del PP y tras haber caído en la primera ronda del proceso de primarias a la presidencia del partido, pasará a un segundo plano. La exministra de Defensa y expresidenta de Castilla-La Mancha evitó ayer, víspera de la votación de los copromisarios, hacer un alegato explícito a favor de su candidato. Pero entre líneas hubo mucho para leer.
Si el discurso de Mariano Rajoy, reivindicativo de su legado, pudo generar subconscientemente un clima amigable hacia quien ha sido la ejecutora de sus políticas y su mano derecha en el Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, el de Cospedal quizá movió el ánimo, igual de sutilmente, hacia Pablo Casado, por quien sí se había decantado abiertamente en los últimos días.
La dirigente, que durante años ha mantenido un a ratos soterrado y a ratos obvio enfrentamiento con la exvicepresidenta, aseguró que deja el cargo «sin cuentas pendientes» y llamó al ganador a cerrar el cónclave con «unidad, grandeza, integración y generosidad», es cierto. Sin embargo, su discurso tuvo un trasfondo que conecta con el modelo de partido que a lo largo de su campaña ha propugnado el vicesecretario de Comunicación popular.
Si los partidarios de Casado acusan a Soraya de tener un pensamiento líquido, de ponerse de perfil cuando había que defender las siglas en los peores momentos o de dejar de lado los valores de la formación por imponer un pragmatismo que, en algunos casos, como el de Cataluña, no ha servido, a su juicio, de nada, Cospedal reclamó a su formación todo lo contrario, reivindicó el espacio del centro derecha y emplazó a atraer a los votantes con un discurso «claro, persuasivo y desacomplejado». Incluso acabó sus emocionadas palabras definiéndose como «doblemente española», por su nacionalidad y por pertenecer al PP.