LAS ALIANZAS PARLAMENTARIAS
Sánchez no presentará los Presupuestos hasta sellar un pacto con Iglesias
El presidente del Gobierno cree que la dura pugna entre el PP y Cs le beneficiará en el Congreso. El Ejecutivo respetará la cruz del Valle de los Caídos y no descarta retrasar la exhumación de Franco
El Airbus que suele transportar al presidente en los viajes largos tiene dos zonas bien diferenciadas. Una pequeña y noble, para el jefe del Ejecutivo y los miembros más importantes de su equipo. Y otra más amplia, que acoge a guardaespaldas, médicos, servicio de protocolo y, en ocasiones, también periodistas. Pedro Sánchez se acercó hasta aquí el pasado viernes por la noche. Parecía relajado. El líder socialista había visitado en cinco días cuatro países latinoamericanos (Chile, Bolivia, Colombia y Costa Rica) y tenía ante sí un escenario político lleno de interrogantes: del otoño caliente que prepara el independentismo en Cataluña a los complejos equilibrios parlamentarios que se ve obligado a realizar con solo 84 diputados de su propio partido. Pero parecía relajado.
Aunque sigue siendo sobre todo un deseo, la apuesta de Sánchez es que logrará acabar la legislatura. Llevarla hasta mediados del 2020. La pieza sobre la que basa el pronóstico, su sintonía con Pablo Iglesias, se ha mostrado sólida, explicó, empezando por las conversaciones para los Presupuestos Generales del Estado del año que viene. Dijo que los sacaría adelante. "A los grupos [que le apoyaron en la moción de censura, se entiende] les interesa aprobarlos", sostuvo. Pero ahora todo está volcado en la formación morada, hasta el punto de que el Ejecutivo no presentará el proyecto de cuentas públicas, anunció Sánchez, sin haber sellado antes un pacto con Podemos. Solo después tratará el proyecto a fondo con el resto de siglas, de ERC al PNV pasando por el PDECat. La idea es partir con una suma "poderosa", llevar las cuentas al Congreso en noviembre y a partir de ahí alcanzar la mayoría necesaria.
De momento, el Gobierno ha acordado con los morados reformar con rapidez la ley de estabilidad presupuestaria para anular la capacidad de veto del Senado, donde el PP goza de mayoría absoluta, y ha iniciado conversaciones con ellos para aprobar después el techo de gasto, paso previo a las cuentas públicas. La negociación se sitúa ahora en la reforma fiscal. Podemos pide aumentar el IRPF para quienes cobran más de 60.000 euros brutos al año. Sánchez dijo que no, que en todo caso el umbral debería situarse en 150.000 euros, como llevaba el PSOE en su programa electoral. "Pero encontraremos la solución", anticipó.
"¿Situar la reforma en 120.000 euros, quizás?"
El presidente del Gobierno se mojó levemente el dedo índice de su mano derecha y lo elevó, como si estuviera midiendo el viento. "A ver… -dijo, riéndose-. No, 150.000 al año".
LA BATALLA EN LA DERECHA
Ninguna tramitación de ninguna ley será sencilla. No solo porque Sánchez esté obligado a negociar cada proyecto a varias bandas ante su escasa representación parlamentaria, la menor en toda la etapa democrática, sino también por la composición de la Mesa del Congreso. En el organismo, encargado de gobernar la Cámara baja, el PP y Ciudadanos tienen mayoría. Conservadores y naranjas pueden taponar cada iniciativa, evitando que llegue a aprobarse, ampliando sin límite el trámite de enmiendas. Lo han hecho a lo largo de esta legislatura, cuando gobernaba Mariano Rajoy.
Pero Sánchez, optimista, cree que eso va a cambiar. Primero, porque ahora, con él instalado en la Moncloa, el esquema "es otro". Y después, y más importante, porque Pablo Casado y Albert Rivera se encuentran, explicó el presidente, en plena batalla por el control de la derecha, "igual que hace unos años estaban en la izquierda el PSOE y Podemos". La pugna entre el PP y Ciudadanos, con ambos partidos compitiendo en beligerancia contra el Gobierno, no solo ayudará al PSOE en unas elecciones al resaltar su carácter de "partido de Estado", cree el presidente, sino que impedirá que Casado y Rivera lleguen a acuerdos para torpedear, juntos, las iniciativas socialistas.
Empezando por la exhumación de Francisco Franco y la reforma de la ley de memoria histórica. Sánchez ha cambiado aquí su enfoque. "He ido madurando mi reflexión", dijo. Ha pasado de proponer convertir el Valle de los Caídos en un museo a querer dejar el recinto más o menos como está, respetando la basílica y la enorme cruz que preside el recinto. La idea es crear primero una comisión de la verdad y después un centro sobre la guerra civil y la dictadura fuera del Valle. También ha pasado de creer que el traslado de los restos del dictador era un asunto sencillo, cuestión de semanas, a tomarse varios meses para dar el paso, a través de un decreto que pretende evitar las demandas de los nietos de Franco. Cuando el Gobierno aprobó la norma para la exhumación, el pasado 24 de agosto, la vicepresidenta, Carmen Calvo, dijo que esperaban sacar el cadáver embalsamado "a final de año". Fuentes de la Moncloa señalan que puede retrasarse incluso más, hasta el 2019, debido al expediente que regula todo el procedimiento.
LOS LAZOS AMARILLOS
Y mientras tanto, la continua crisis territorial. Sánchez quiere que el Estado tenga más presencia en Cataluña frente a un independentismo que "trata de homogeneizar la sociedad catalana". En otoño, celebrará un Consejo de Ministros en Barcelona y en principio también se verá con el 'president', Quim Torra. Pero la cita se producirá después de que haya habido avances concretos, como la la retirada de los recursos de inconstitucionalidad que Rajoy planteó contra leyes del Parlament, la mayor parte de índole social y apoyadas por el PSC. Ni siquiera la tensión de los lazos amarillos pareció inquietarle. "Al independentismo, en el fondo, tampoco le conviene el debate, porque rompe la llamada revolución de las sonrisas", concluyó.
Él, un dirigente no especialmente expresivo, sonríe mucho ahora. Lo primero que dijo al iniciar la charla en el avión fue: "Estoy contento".