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LEONESAS DE AYER Y HOY | ESTER MURUBE TORCIDA

La biotecnóloga leonesa que encumbra la faba asturiana

gaitero

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León

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ana gaitero | león

Se la prefiere grande, blanca, no muy pellejuda y que sea resistente tanto a los factores bióticos (clima) como a los hongos o plagas. Se trata de la faba asturiana. Una judía local con denominación de origen que es el resultado de muchos años, siglos, de cultivo en Asturias y cuyo origen hay que buscarlo en el descubrimiento de América y la llegada de estas leguminosas a Europa a través de España.

Ester Murube Torcida, graduada en Biotecnología en la Universidad de León, sabía muy poco de judías hasta que hizo un máster en Gestión y Conservación de Recursos Vegetales en la Universidad de Oviedo que le abrió las puertas a un contrato predoctoral en el Serida (a (Servicio de Investigación y Desarrollo Alimentario) que tiene el Principado de Asturias en Villaviciosa, en las instalaciones de la antigua Pomológica.

La joven biotecnóloga descifra los genes implicados en la resistencia a enfermedades como la antracnosis (chancro o cancro de las plantas en las zonas húmedas y calurosas) y el oídio comúnmente causadas por hongos.

También estudia los genes o regiones genómicas implicadas en el tamaño o color de la faba que son importantes para la mejora de las judías. El Serida cuenta plantaciones reales de fabas donde se realizan inoculaciones y se obtienen datos del fenotipado. Y en el laboratorio extrae el ADN y los marcadores moleculares, el genotipado.

Bajo la dirección de Ana Campa y Juan José Ferreira, jefe del grupo de Genética Vegetal y responsable del Serida, la leonesa se ha adentrado en una rama científica que ha logrado obtener hasta ahora un total de doce nuevas variedades de fabas con características que las hacen no sólo apetecibles al paladar sino más resistentes a las plagas y por tanto más rentables para cultivadores y cultivadoras. Y también para el medio ambiente: «Desde el punto de vista del desarrollo sostenible si se obtienen variadades más resistentes se reduce el uso de pesticidas, que suponen un gasto para el agricultor y un daño para el planeta», explica. El oídio es una de las más complicadas de manejar y con el conocimiento de los genes resistentes tanto a esta enfermedad como a la antracnosis se pueden crear nuevas variedades.

El interés de este proyecto de investigado, que tiene ámbito europeo y está coordinado desde Italia, se debe precisamente a los nuevos factores ambientales que influyen en el desarrollo de ciertas enfermedades debido al cambio climático y encaminado al desarrollo sostenible.

Ester Murube Torcida pone de relieve la importancia que tiene la judía en Europa, pese a ser un producto que llegó de América, así como de las diferentes variedades locales, como es el caso de la faba asturiana que cuenta con el reconocimiento de una figura de calidad como es la Denominación de Origen.

Una de las aportaciones más novedosas que realiza en su tesis doctoral es la aplicación de las nuevas técnicas NGS (Next Generation Sequency) que registran los puntos moleculares con los que se etiquetan los genes y hacen que la investigación sea más rápida.

La bioinformática, explica la leonesa, «es el cuello de botella de la biología molecular» por lo que su formación como biotecnóloga viene como anillo al dedo para introducirla en la investigación para la mejora genética de la faba.

El contacto directo del Serida con el sector productivo de la faba es uno de sus principales valores y también una de las razones que estimula la investigación aplicada a las necesidades concretas del cultivo.

Además de las nuevas variedades aportadas, la investigación se ha materializado en diversos artículos y nueva información que encumbra a la faba en el mundo científico.

La científica leonesa señala que desde siempre quiso dedicarse a la investigación. Se siente «afortunada» porque para dar los primeros pasos en el mundo de la investigación, en los malos tiempos que corren para la ciencia, sólo ha tenido que cruzar el Pajares. «Estoy cerca de León y he tenido la posibilidad de investigar en España», subraya.

Tras cuatro años de estancia, el próximo año leerá su tesis doctoral el próximo año y en abril concluye su contrato. Tendrá que echar a volar en su carrera profesional. «El título de doctora abre muchas puertas», admite, pero las expectativas no son del todo halagüeñas en un país que ha dejado a la ciencia en una travesía del desierto que espera mejores tiempos y un terreno mejor abonado para volver a crecer. Como dice el director del Serida, «la riqueza se mide por la inversión en investigación y desarrollo».