El 3-O, el día que Felipe VI perdió el favor de Cataluña y ganó el de España

Eran las nueve de la noche del 3 de octubre de 2017 cuando Felipe VI, desde el Palacio de la Zarzuela, alzó la voz contra la «deslealtad inadmisible» de la Generalitat de Cataluña. Para el Rey, el independentismo había cruzado todas las líneas el 1-O. Había logrado organizar su referéndum ilegal, los vídeos de las cargas policiales para tratar de impedirlo habían dado la vuelta al mundo y el Ejecutivo de Mariano Rajoy parecía lejos de controlar la situación. El Monarca, que había despejado su agenda para seguir la evolución de los acontecimientos en Cataluña, creía oportuno dar un paso al frente. Por su despacho desfilaron esos días empresarios, economistas y juristas con los que abordó la peor crisis institucional desde el 23-F y las diferentes vías para frenar el camino de sedición soberanista. Dejó que el 1 de octubre hablara el Gobierno y quedara patente el respaldo de los partidos constitucionalistas al Ejecutivo. Después fue su turno como jefe del Estado. Pasaron tan solo 48 horas hasta que el Rey se dirigió a los españoles en tono duro y firme, como nunca antes, para reclamar a todos los poderes del Estado que aseguraran el «orden constitucional y el normal funcionamiento de las instituciones», allanando el camino para la aplicación del artículo 155. Fue una intervención directa y con mensajes claros, con la que Felipe VI acalló las voces que exigían desde hace días su intervención. Pero ese discurso, escrito con su sanedrín, si bien insufló ánimo a los catalanes alicaídos con la deriva secesionista, también causó contrariedad en sectores del catalanismo moderado o de la izquierda al no incluir algún guiño al entendimiento. «Esperábamos más. Esperaba una puerta abierta al diálogo y al consenso», lamentó Núria Marín, influyente dirigente del PSC. La intervención del Monarca en la crisis convirtió Cataluña en una plaza complicada para la Corona. Perdió el favor de Cataluña (una parte) pero ganó el de España.