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EL PERFIL

Susana Díaz: Esencia del viejo socialismo

Apegada al PSOE desde su juventud, la baronesa andaluza ha logrado identificarse con el votante de su partido, pero este 2-D ha recibido un duro revés

Susana Díaz, en un acto de la campaña

Publicado por
JULIA CAMACHO
León

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A Susana Díaz nadie le negaba hasta ahora que fuera un animal político con un olfato innato para predecir situaciones que afecten a la supervivencia del PSOE. Y con escasos deslices, aunque sean tan sonoros como el batacazo en la pugna con Pedro Sánchez por liderar el partido. La dirigente socialista se jugaba este domingo conseguir lo que pocos hubieran augurado hace años: que el PSOE ganara unas elecciones con las que pudiera alcanzar cuatro décadas ininterrumpidas al frente del Ejecutivo autonómico en Andalucía, sobreponiéndose incluso a la ruptura del bipartidismo. No obstante, ha obtenido los peores resultados en la historia del PSOE en la comunidad y la suma de la derecha podría acabar echándola del Palacio de San Telmo.

Díaz ha logrado mantener al PSOE como fuerza más votada a base de la mimetización total con su tierra y el votante más tradicional, a veces incluso con la parte más tópica, de manera que cualquier ataque o crítica a su gestión sea un agravio a la región y ella, la madre protectora que les defiende.

Nacida en Sevilla en 1974, presume de que sigue siendo la misma chica normal apegada a su barrio de toda la vida. Devota de las tradiciones como la Feria de Abril o la Semana Santa, los toros y el Betis. También de la Coca-Cola. La madre que, de regreso a casa, comenta su trabajo con las vecinas que toman el fresco en la puerta, y que le insisten en la honradez y en el 'no te metas con nadie'.

Ella cultiva la imagen de una política a la que no le hace falta que le pongan los pies en la tierra, que es igual en público que en privado, con sus amigos. Por eso no duda en usar ese lenguaje cotidiano incluso en las instituciones, como cuando definió a su marido como "un tieso" o "criatura". La hija de un fontanero municipal al que prometió, cuando se metió en política a los 17 años, que "jamás" tendría "que agachar la cabeza".

Desde ese momento, creció a las faldas del partido, donde ha ocupado todos los puestos imaginables, institucionales y orgánicos, lo que le ha valido el reproche de partidos emergentes como Podemos, que incluso ha creado un término para definir esa categoria política: el susanismo, una concepción de partido desideologizado, alejado de la lucha sindical y de plantear conflicto a los grandes intereses económicos. Ella, no obstante, apela como referentes al socialismo clásico (sin más profundidades) de Felipe González y Alfonso Guerra.

Con una capacidad de trabajo y aprendizaje innato, y un don para acercarse a quien le pueda beneficiar gracias al oficio aprendido en las entrañas de una organización a la que se incorporó siendo adolescente, a Díaz le ha tocado en suerte el difícil papel de afrontar la irrupción de nuevos partidos políticos y competir con ellos por un mismo votante. Un reto difícil del que hasta este domingo ha salido airosa, aunque no indemne. En el 2015, cuando supo leer que se abría un nuevo tiempo con un competidor a su izquierda, rompió relaciones con IU y adelantó elecciones. Frenó a Podemos al obligarle a acudir a las urnas sin apenas organización, pero cosechó los peores resultados del PSOE andaluz en unas autonómicas hasta entonces. Desde entonces, ha ido sobreviviendo, aunque con una tendencia de votos a la baja.

Paternalista con tintes autoritarios

Uno de sus peores momentos lo vivió en el 2017, cuando contra todo pronóstico perdió las primarias de su partido contra Sánchez pese a contar con el apoyo de todo el oficialismo y de los medios de comunicación de Madrid. Quienes la conocen bien definen su forma de proceder como paternalista con tintes autoritarios, que cultiva lealtades absolutas. Le gusta tenerlo todo atado y bien atado, y en aquella ocasión pensó que lo suyo sería un desfile militar que acabaría en proclamación.

No fue así, y todo el mundo pudo ver esa noche un gesto característico suyo cuando las cosas no son de su agrado, la mueca con el mentón torcido que también le sale cuando escucha a sus oponentes en el Parlamento andaluz. Sobre todo, con Teresa Rodríguez, con quien en ocasiones muestra un punto soberbio que le caracteriza, dicen los suyos. Se repuso del golpe, al que sitúa "en el Paleolítico", refugiándose en Andalucía.