Navidad, amarilla (o negra) Navidad
A dvierto, en mi análisis dominical, de la prensa del fin de semana, una clara dicotomía entre los medios catalanes y los de otras autonomías españolas a la hora de seleccionar y valorar la situación política. En los medios digamos ‘nacionales’, los temas dominantes son el auge de Vox y su influencia en la formación de un gobierno andaluz; los catalanes se preocupan, nunca mejor dicho, de lo que va a ocurrir en sus calles en los próximos días, hablan de la ‘cumbre del Consell’ en Bruselas y destacan esas increíbles declaraciones de Torra hablando de que Cataluña ha escogido ya la ‘vía eslovena’ hacia la independencia. Si el lector me lo permite, debo decir que me inquietan mucho más los titulares sobre lo que pueda ocurrir en las ‘carrers’ y en los despachos catalanes que las especulaciones sobre si Casado y Rivera llegarán o no a un acuerdo para hacerse con la Junta en cuya presidencia aún se sienta Susana Díaz.
Haciendo memoria, recordamos que Eslovenia llegó a la independencia tras una ‘guerra de los diez días’ con Yugoslavia en 1991. Esa breve, pero intensa, ‘guerra’ se saldó con unos sesenta muertos y cuatrocientos heridos, una cifra relativamente baja de víctimas, pero con la economía, el prestigio y la moral de ambas partes hundidas. Y hay que tener en cuenta que la convulsa Europa balcánica nada tenía que ver con el emplazamiento de Cataluña en la Europa occidental. Ni el ‘titismo’ con la democracia española. Y que las encuestas decían que el noventa por ciento de los eslovenos eran partidarios de la independencia, lo cual, obviamente, no es el caso catalán.
Invocar el ejemplo esloveno, como hizo Quim Torra este sábado en el teatro flamenco de la capital belga, ante la sonrisa cómplice de Puigdemont y con las canciones de Valtonyc amenizando el esperpento, fue una auténtica insensatez. Solo comparable a la de alentar a los CDR a intensificar sus desmanes callejeros, o cooperar en los preparativos de la ‘lucha’ que se prevé para cuando, el día 21, Pedro Sánchez trate de celebrar en Barcelona un Consejo de Ministros.
Sin el menor ánimo de exagerar o dramatizar, pienso que se están poniendo todos los ingredientes para que las ‘navidades amarillas’ de Francia puedan ser negras en Cataluña a pesar de las luces multicolores y los árboles engalanados. En este marco, o las negociaciones secretas y subterráneas que se intentan desde el Gobierno central con los independentistas más sensatos —alguno, encarcelado y rechazando la huelga de hambre de sus compañeros de infortunio— dan un fruto espectacular, o, desde luego, esa prevista reunión en la Generalitat entre Pedro Sánchez y un Quim Torra vestido de maquinista en busca del choque de trenes no tendrá el menor sentido. Y habrá, claro, choque de trenes.
Parece por completo increíble que, en este marco, otro insensato como el fugado ex conseller Comín anuncie que «el tramo final será dramático», refiriéndose a la ‘última’ galopada hacia la independencia, que por otro lado todos saben imposible. Están anunciando, creyéndose, por lo visto, Churchill, sangre, sudor y lágrimas para los catalanes, en aras de una idea a la que más de la mitad de los ciudadanos de esa autonomía son reacios. ¿Buscan, con estos anuncios que se están repartiendo por la CUP como panfletos apocalípticos por las calles, que el Gobierno central, socialista, tenga que implantar una nueva aplicación, más dura, del artículo 155 de la Constitución, para restablecer el orden que desde la propia Generalitat se trata de subvertir? ¿Estamos ante la penúltima escenificación del victimismo que, por cierto, nunca condujo a parte alguna?
Comprenderá usted que, con este panorama, lo de Andalucía y si Vox entra a formar parte o no de un acuerdo de gobierno ‘de las derechas’ adquiere una importancia bastante secundaria, pese a que sigue, desde luego, siendo muy importante. Pero resulta sintomático de la ceguera de nuestros gobernantes el hecho de que se busque un acuerdo para llegar a un poder autonómico en la mayor Comunidad de España y se olvide un pacto constitucionalista —PSOE, PP, Ciudadanos y, si posible fuese, que no lo sería, Podemos— para salvar a Cataluña, a sus horrorizados ciudadanos, del destino al que les condenan sus propios gobernantes.
Cataluña, que es la segunda autonomía en importancia en nuestro país, y de la que, para mal, más se habla estos meses en los medios extranjeros, es la gran ausente en las conversaciones de nuestros dirigentes políticos nacionales, que se muestran sin ideas ni voluntad para arreglar el desaguisado que, en buena parte, ellos mismos han provocado. La verdad, como mirón de la cosa política durante tantos años, debo decir que asisto con creciente aprensión a este espectáculo lunático. Y que casi hasta empiezo a entender nuestra última ‘voxtereta’ en un país que involuciona a toda velocidad. Más madera, que ya se ve, a toda máquina, la locomotora de los otros frente a la nuestra.