«La música necesita el apoyo de la sociedad, no sólo de las instituciones»
Margarita Morais, presidenta de la Fundación Eutherpe, recibe hoy el Premio a los Valores Humanos que entrega el Diario de León.
SUSANA VERGARA PEDREIRA | LEÓN
El viejo almacén en penumbra. Las conversaciones a media voz. Una luz sobre el piano de cola. Está en un ala del colegio de las Carmelitas, al final de una escalera, atravesando el patio a esa hora sin niños, los escolares ya en casa, turno de limpieza, todo listo para la llegada de otro lunes. Es viernes de bullicio en la ciudad. Viernes de compras. De costumbres traídas. Black friday, le llaman. Intramuros, impera la calma. Se escapa el sonido de un último ensayo. El antiguo trastero es ahora un templo de música. No hacen falta palcos ni butacas tapizadas en rojo imperial. Sorprende la sonoridad de este auditorio creado en el espacio abandonado de un desván. Donde hubo trastos amontonados hay ahora orden. Las sillas colocadas en filas, las paredes empapeladas de fotografías, las partituras sobre un atril. Al piano, los dedos adolescentes de Paula Sastre vuelan virtuosos sobre ‘La vida breve’ de Manuel de Falla. Último ejercicio antes del concierto. Antes de que Mozart, Schumann, Chopin o Wieniawski, inmortales, cobren vida otra vez. La magia de la música.
De la tenue linea que separa la luz de la oscuridad, de la sombra a media luz sale Margarita Morais, iluminada por su sonrisa, suavidad envuelta en energía. Extiende los brazos e invita a adentrarse en su obra. Físicamente, su obra es la sala de conciertos. El corazón de la Fundación Eutherpe, el lugar donde late esta institución de prestigio internacional. El alma en cambio es ella. Ella y los 4.800 jóvenes talentos de 68 países diferentes que han tocado allí. «No les pedimos nada, sólo que toquen», explica Margarita Morais. Ni currículum, ni padrinos. Nada. Sólo su talento. Así es como han descubierto prodigios. Dejando que toquen. Escuchando.
La otra parte de su alma es la JOL, la Joven Orquesta Leonesa, que recoge la música dispersa de todos esos talentos y los une bajo una misma batuta.
Margarita Morais es su mecenas. Y Eutherpe, sin h, la musa griega de la música, con h el paraguas que protege a los jóvenes músicos para que no abandonen. Por la sala de conciertos de la calle Alfonso V han pasado, además de los jóvenes talentos de todos los continentes, grandes maestros. Teresa Berganza, Alicia de la Rocha, Sergio Perticaroli, Joaquín Achúcarro, Josep Colom... En León. En el trastero con la mejor vibración del mundo.
—«¿Usted no sabe de algún sitio donde podamos dar conciertos?», me preguntaban los jóvenes músicos.
Echó un vistazo a su alrededor y lo encontró. En casa.
Todo lo hace parecer fácil esta mujer menuda, elegante, dulce, suave, con determinación de acero. Tal vez porque le marcó aquella frase que decía su padre en torno a la mesa de doce hermanos, siete chicas que tenían que estudiar música sí o sí y el resto chicos que estaban exentos: «Aquí se trae sólo lo que tiene solución».
Y solución tiene la música. Lo cree firmemente. Por eso habla de ello. En España y en esta ciudad que tiene un importante legado musical, un «nivel excelente» y una «gran capacitación profesional de los profesores del Conservatorio», dice. Y destaca a Marta Arce, profesora de Canto. Talento hay. Falta algo.
—Necesita mucho trabajo. Y mucho apoyo. No sólo de las instituciones, porque siempre ponemos el apoyo en las instituciones, necesita el apoyo de la sociedad. La sociedad que tenemos ahora está acostumbrada a recibir la subvención, la ayuda del Estado, que es muy importante tenerla, pero la sociedad debe implicarse más en apoyar los talentos, en apoyar los conciertos... España tiene que dar un gran paso, pero todos juntos, porque los políticos salen de los ciudadanos y no se puede pedir a los políticos que hagan algo que los ciudadanos no ven necesario, no lo van a hacer.
Lo dice rotunda esta religiosa carmelita que cree que ahora, por fin, una mujer puede llegar a lo que quiera ser —no como le pasó a Clara Schumann, que componía ella y firmaba su marido—, formada en Roma, pianista hasta que una rotura de muñeca la apartó de la interpretación. Quizá podría seguir siéndolo, pero es tan perfeccionista, ama tanto la música que no se lo consiente. A ella misma. Sostiene que la diferencia entre la excelencia y la genialidad está en el esfuerzo, que lo que separa a un buen alumno de uno extraordinario es que el segundo «nunca se cansa».
—Le gusta tanto, que es capaz de no aburrirse nunca trabajando.
La constancia, la perseverancia, una «facultad de más» que hace enorme al grande y puede conseguir que un ‘no talento’ llegue lejos. Una gran enseñanza.
Reivindica la música en la escuela «como una asignatura más», dice. Porque a ser buen músico, asegura, se aprende.
—Un talento no se descubre si no empieza a estudiar. Mozart no hubiera sido Mozart si no hubiera nacido en la Corte, con su padre violinista. Imposible si hubiera nacido en el campo. Hay que tener talento, personas que lo descubran y otras que lo promocionen.
Y no abandonar. Pone el ejemplo de una gran pianista a la que un profesor le dijo: «Usted está preparada... pero para la limpieza». Años más tarde, llegada de Alemania, en un concierto, el maestro se acercó a pedirle un autógrafo. Se confesó admirador de su talento. ‘Hasta aquí ha llegado la señora de la limpieza’, le escribió ella con pulso firme en el papel.
Admira a Bach. Las fugas sobre todo. Ella no se marcha, se queda. Cree que la música es un bien social. Un compendio perfecto de disciplinas, pasiones y amores. Se siente querida y apoyada. Reconocida. No ve necesario ir de alta etiqueta a la ópera, la función musical mas grande creada por los hombres, dice. Enseña música a niños y niñas de 4 y 5 años jugando, dejándoles ver que ya son grandes concertistas. Cree en los milagros. Tal vez porque un día, la cuenta corriente de Eutherpe empezó a crecer, un ingreso tras otro, y no, no era una equivocación. Eran los regalos de boda de una joven leonesa. Había pedido sólo dinero y dado la cuenta de la fundación.
Música. La vida de Margarita Morais. Efímera. Según se hace se va. Pero queda. En el alma. «Si te gusta un arte que se evapora pero que emociona, eso es un don que hay que cuidar, cultivar y darle medios, profesorado, viajes, conciertos...». Cuerpo y espíritu. Como ella. Terrenal y elevada.
En lo que fue el trastero del colegio de monjas está el piano familiar. De la bisabuela pianista. De la misma época de Ludwig van Beethoven, Joseph Haydn, Wolfgang Amadeus Mozart..., hecho a mano, macillo a macillo, cuerda a cuerda, de maderas nobles y marfil. Se coloca Margarita Morais bajo el foco del piano de cola y acaricia con delicadeza la melena de Paula, la alumna prodigio. Margarita Morais. Premio a los Valores Humanos del Diario de León. Se estremece. «No me merezco ese título tan grande, a los valores humanos...», musita. Ella, etérea y real, capaz de convencer a cualquiera de embarcarse en uno de sus proyectos. Ella, que todo lo hace por la música. Ella, que es la música.
ENTREGA DEL PREMIO A LOS VALORES HUMANOS DEL DIARIO DE LEÓN
Lugar: Auditorio Ciudad de León.
Hora: 19.00.
Entrada: Con invitación.