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CAMPAÑA ELECTORAL

Casado y Podemos no se fían del veto de Rivera al PSOE y ven a Cs como el rival

Pedro Sánchez se presenta como el único capaz de mantener el equilibrio entre separatistas y PP, Cs y Vox.

El presidente del gobierno, Pedro Sánchez. KIKO HUESCA

Publicado por
N. VEGA / R. gorriarán | madrid
León

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De poco le sirve a Pablo Casado la palabra de Albert Rivera, que ayer ratificó su compromiso de no pactar con el PSOE tras las elecciones generales del 28 de abril. El presidente del PP llevaba días instando a Ciudadanos a ser transparente sobre los posibles acuerdos postelectorales. Ahora, sin embargo, recuerda que en 2016 los liberales ya respaldaron la investidura fallida de Pedro Sánchez. «Nosotros somos el único partido —reivindicó— que tiene credibilidad para decir que no va a pactar con independentistas, ‘batasunos’, ‘podemitas’ y el PSOE».

Puede que la misma noche del 28 de abril, cerradas las urnas, Ciudadanos sea para el PP exclusivamente el socio que necesita en el Congreso. Hasta entonces está claro que es el adversario a descapitalizar. El mismo que en las últimas elecciones generales se nutrió del exvotante popular. De ahí que Casado ponga en cuestión los compromisos que adquiere Rivera con el electorado del centra derecha.

En esa pugna, Casado trata también de extender la tesis de que el voto a Ciudadanos y Vox puede no traducirse en escaños. En realidad, es una llamada a escoger la papeleta del PP como la opción más «útil». En Génova temen que en algunas circunscripciones irrumpa el partido de Santiago Abascal y, sin embargo, no obtenga representación parlamentaria para compensar la pérdida de sillones de los conservadores. Puede ocurrir, apunta fuentes populares con la Ley d’Hont en la mano, en aquellas provincias en las que se eligen menos de cinco diputados. Pusieron el ejemplo de Segovia o de Avila.

«Si dividimos el voto, lo que puede pasar es que no lleguemos a ser mayoría suficiente y que muchos de esos votos acaben en escaños de Podemos y el PSOE», advirtió Casado en una entrevista en Telecinco. La misma en la que defendió conformar un «frente» contra «Sánchez y Torra».

En el otro lado del hemiciclo, también Podemos puso hoy en cuarentena el compromiso de Rivera. No termina de fiarse de su negativa a pactar con el PSOE. Pero, lo más importante, instó a los socialistas a no volver a caer en la tentación de firmar un acuerdo de investidura con Ciudadanos. «Ese plan fracasó y creo que es una buena noticia que ahora de nuevo queden muy claras las posiciones», incidió la portavoz del grupo parlamentario, Irene Montero.

Mientras tanto, el líder de Ciudadanos trató de explicar las razones de su veto al PSOE. En una intervención ante los suyos en el Congreso, Albert Rivera dio por sentado que Pedro Sánchez querrá volver a dialogar con los partidos independentistas en la próxima legislatura. «Reeditar —dijo— el acuerdo con los golpistas». Y prometió que cada papeleta para su formación el 28 de abril será «un voto para que Sánchez se vaya a la oposición». edro Sánchez está convencido de que la derecha y el independentismo catalán son dos bandos enfrentados que se retroalimentan. Mientras el PSOE, según su fotografía, se sitúa en el medio, en el espacio de «la convivencia».

Mientras, el presidente del Gobierno participó en su última sesión de control en el Senado de esta legislatura y se despidió como ha sido la tónica en sus ocho meses de mandato, con un duelo sobre el proceso independentista en Cataluña, esta vez con el senador de Esquerra Joaquim Ayats. «Ustedes -dijo en alusión a los soberanistas- quieren la independencia, y estos señores —dirigiéndose a los bancos del PP— la recentralización». El mensaje de uno fortalece los argumentos del otro. Pero, subrayó Sánchez, «hay alternativas, la política no es cara o cruz», hay un espacio para el diálogo y la negociación. Un territorio que atribuyó, como no podía ser de otra manera, a su partido.

El Gobierno está convencido de que en el mundo soberanista se han impuesto los partidario del «cuanto peor, mejor», y esa postura impide el diálogo y alimenta la confrontación. Un escenario que, a juicio de los socialistas, es agua bendita para el PP y Ciudadanos. El líder del PSOE incidió ayer en ese análisis, y reprochó a los secesionistas que ansíen una victoria de los populares el 28 de abril con el cálculo de que rentabilizarán más adelante en términos electorales su previsible política intransigente y ensancharán la base social de independentismo, por ahora estancada en el 47% de los votos. Por ese camino, señaló el líder socialista, Esquerra puede acabar «devorada por el tigre del independentismo» y despojada de las señas de identidad ideológicas de un partido de izquierda centenario. Algo que, a su entender, ya le ha ocurrido al PDeCAT.

Sánchez intentó así hurgar en la división que reina en el mundo soberanista catalán, solo compactado de momento por el temor a ser tachado de traidor si se adoptan posturas dialogantes y por la situación de los líderes procesados y el consiguiente juicio en el Supremo. Los socialistas están convencidos de que si la fractura sale de la trastienda y pisa la calle, los días del proceso soberanista estarán contados.

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