El soberanismo se moviliza en la calle pero su huelga no paraliza Cataluña
Las protestas se saldan con cuatro detenidos y una cuarentena de heridos por los disturbios.
cristian reino | barcelona
Días después de realizar una exhibición de fuerza, reuniendo a miles de personas en una manifestación en Barcelona, el independentismo volvió a mostrar hoy su capacidad de movilización con una convocatoria de huelga general para mostrar su rechazo al juicio del ‘procés’. El paro desencadenó protestas por toda Cataluña y se dejó notar con especial incidencia en la movilidad. Pero si el objetivo era paralizar Cataluña, los CDR y la Intersindical-CSC, sindicato próximo a la CUP que organizaba la huelga, fracasaron en sus propósitos. Más que una huelga general, hubo una movilización política en todo el territorio catalán. Una protesta que obvió las reivindicaciones laborales y que no contó con el apoyo de los sindicatos mayoritarios, UGT y CCOO, (la sede de Comisiones fue atacada con huevos y pintura). Tuvo, en cambio, el respaldo del Gobierno catalán, que anuló toda su agenda, y de la mayoría secesionista en la Cámara, que suspendió la actividad del hemiciclo.
En pleno juicio contra los líderes del ‘procés’, el independentismo recobró el pulso de la calle, que algunos como Quim Torra desearían que se mantenga hasta que los jueces del Supremo dicten sentencia. Pero la huelga fue como una metáfora del proceso soberanista: la capacidad de movilización de los independentistas es grande, enorme por momentos, pero es insuficiente para paralizar Cataluña y mucho menos para doblegar al Estado. El independentismo se había puesto como objetivo repetir el impacto de la huelga general del 3 de octubre de 2017, jornada que concluyó con el célebre discurso del Rey. Pero se quedó muy lejos. Fuentes secesionistas, no obstante, calificaron el día como un «éxito» pues «se ha recuperado el espíritu de 3-O». Según las cifras oficiales facilitadas por la Generalitat, el consumo energético solo descendió un 2,9% respecto a un día laboral normal, lo cual quiere decir que la industria y las empresas funcionaron casi a pleno rendimiento. El 3-O, la demanda eléctrica descendió un 11%. Hay dirigentes soberanistas que mantienen que hasta que no sean capaces de paralizar las fábricas de la Seat o la Nissan, Cataluña no será independiente.
En la función pública, la Consejería de Trabajo informó de que la incidencia se situó en el 18%, lejos del 70% de 2017. En el comercio, la Generalitat habló de un seguimiento del 30%, del 28% en el caso del sector de la educación, (9%) la salud, y 67% en las universidades. Ninguna de las grandes infraestructuras (aeropuerto, estaciones de AVE o puerto de Barcelona) alteraron su actividad habitual.