Sánchez confía en el impulso del voto catalán para ganar el 28-A
El consejo Nacional del PSC designa a la ministra Batet como cabeza de lista por Barcelona .
paula de las heras | madrid
La ministra de Política Territorial, Meritxell Batet, volverá a ser el rostro electoral del PSOE en Cataluña para los comicios del 28 de abril. El Consell Nacional del PSC la designó ayer como cabeza de lista por Barcelona en un encuentro sin sorpresas. Su elección es una declaración de intenciones, una apuesta clara por el diálogo con la que Pedro Sánchez aspira a recuperar buena parte del espacio perdido por su partido en una de las comunidades autónomas que más escaños aporta al Congreso y sobre la que los socialistas cimentaron durante años sus victorias electorales.
El nombramiento de Batet -la ministra que volvió a poner en marcha las comisiones bilaterales Generalitat-Estado, después de siete años de apagón- siempre ha estado más o menos claro para la cúpula del partido. Sin embargo, hace apenas una semana comenzó a sopesarse la opción de Josep Borrell, bestia negra del independentismo. Su perfil era, a juicio de algunos socialistas, ideal para contrarrestar el eventual tirón de la líder de Ciudadanos en Cataluña, Inés Arrimadas, que esta vez dará el salto al Congreso. Pero las cuentas del Comité Electoral, que pilotan el secretario de Organización, José Luis Ábalos, y el jefe de gabinete de Sánchez, Iván Redondo, son otras. A pesar de sus muchas reticencias, Borrell fue confirmado finalmente el martes como cartel para las europeas del 26 de mayo. En la dirección del PSOE sostienen que su trayectoria política como presidente del Parlamento Europeo y Ministro de Exteriores le convierten en el candidato ideal para esa cita en un momento en el que la UE se juega su esencia. Para Cataluña, en cambio, se requiere alguien, dicen, capaz de atraer un voto transversal.
Es cierto que en las últimas autonómicas catalanas, en diciembre de 2017 (tras el 1-O y con el 155 en vigor), e incluso en las penúltimas, en 2015, el PSC sufrió el castigo de sus votantes en beneficio del partido de Albert Rivera. Pero en las generales el comportamiento del electorado catalán es distinto. Incluso en sus peores años, el PSC ha sido siempre la primera fuerza no nacionalista; algo que solo cambió en 2015 y 2016, cuando En Comú Podem se convirtió en la fuerza más votada, por delante de Esquerra. Los socialistas aspiran ahora, de manera fundamentada, a arrebatarle el puesto.
No es sólo la caída del partido de Pablo Iglesias en los sondeos lo que les anima. Los socialistas creen que han logrado crear en Cataluña un clima muy parecido al generado por José Luis Rodríguez Zapatero en 2008 tras impulsar, pese a la oposición férrea del PP, la reforma del ‘Estatut de Núria’. Aquello permitió al PSC arañar voto tanto a Iniciativa per Catalunya como a Esquerra (que acabó votando contra el nuevo marco de autogobierno y perdió más de la mitad de sus escaños en las generales). El PSOE, con Carme Chacón como cabeza de lista, se convirtió en primera fuerza y logró el récord de 25 diputados.
La lectura que se hace en Moncloa es que, del mismo modo que a Zapatero se le premió aquel intento de responder a las demandas de los catalanistas (luego moduladas por el Tribunal Constitucional), el independentismo moderado puede entender ahora como útil el respaldo a Sánchez. La carta que hace unas semanas publicó el exconsejero de Economía Andreu Mas-Collel, en el diario Ara , cuestionando el veto de las fuerzas independentistas a los Presupuestos se lee en el Ejecutivo en esa clave. Y, además, como quedó claro ayer, los socialistas jugarán la baza del miedo a la derecha. «Tenemos un gran proyecto y no nos hemos salido ni hemos sucumbido a la ansiedad de la oposición -exclamó Ábalos ante el órgano supremo del PSC-. Comparecemos con este relato también sobre lo queríamos hacer y no nos han dejado hacer».
La vicepresidenta, Carmen Calvo, ya apuntó en La Vanguardia que, en caso de ganar los comicios, el Gobierno está dispuesto a retomar el diálogo a partir de la declaración de Pedralbes (que no del documento en el que se aceptó la polémica figura del relator). Frente a eso, PP, Ciudadanos y Vox hablan de un 155 permanente. Batet alertó de que ya no hay «centro derecha ni derecha moderada». Pero también hizo una llamada genérica al pragmatismo. «Se ha acabado la apelación a los agravios, se ha acabado el construir trincheras -reivindicó-. Tenemos que decir basta a los bloques, basta a la política estéril».