Diario de León

la otra realidad de la provincia

Rodrigatos, el pueblo que fue minero y pide ahora internet

Como en otras tantas localidades pequeñas, sus vecinos viven estas elecciones con cierta distancia porque creen que no les van a hacer caso.

En Rodrigatos no hay iglesia, pero se conservan las campanas.

En Rodrigatos no hay iglesia, pero se conservan las campanas.

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León

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m.c.c.r. | rodrigatos

Rodrigatos de las Regueras, en el municipio de Igüeña, en la comarca del Bierzo, estuvo rodeado por minas cuando la cuenca del río Tremor estaba a plena actividad. Casi una decena, que dieron mucha vida a esta zona, comenta el alcalde de Igüeña, Alider Presa. Hoy, apenas viven siete vecinos y tiene los males de la despoblación y el envejecimiento. Ya no corren los niños por sus calles. Es un pueblo típico berciano, con sus casas de tejados de pizarra y algunas obras construidas gracias a los fondos Miner. Sólo en verano recobra la vida de antaño. «Viene mucha gente que es de aquí, porque se está muy bien; el verano es gloria», explica Enma, una mujer mayor que no quiere salir en las fotos. Aunque es de Ponjos y vive gran parte del año en la ciudad, pasa temporadas en Rodrigatos.

La tranquilidad es la nota predominante de este pueblo al que se sube por una sinuosa carretera de montaña desde Pobladura. En su web, el Ayuntamiento de Igüeña destaca su estructura urbana, los enclaves de Freisedo, Los Oseos, el robledal de El Campón o las rutas por los caminos de los alrededores. Mejor comprobarlo in situ; porque Rodrigatos bien merece una visita para quien quiera disfrutar de la vida tranquila.

Como en tantos pequeños pueblos de la provincia de León, aquí no se habla de las elecciones del 28 de abril. «No sé; no sabemos nada», dice Toño, otro vecino que tampoco quiere salir en las fotos y que es el único en activo. Es ganadero y al hilo de los comicios y eso que ahora se llama la ‘España vaciada’ dice que los políticos les tienen abandonados. «No se acuerdan de nosotros para nada», se lamenta. Apenas hay Internet, el móvil tiene poca cobertura, pero se vive bien, recalca. Toño es el más joven del pueblo, con 45 años, y su mayor preocupación son los lobos que atacan sus terneros por los robledales que circundan el pueblo.

Otro matrimonio que vive en el pueblo son Arsenia y Carlos. La familia de Arsenia era del pueblo y fue minera. Ambos fueron profesores y volvieron cuando se jubilaron, hace una década. Aseguran también vivir felices y contentos y, sobre todo, destacan la tranquilidad del pueblo frente a la vorágine de la ciudad por encima de cualquier otra cosa.

Su casa perteneció a la familia de ella. Es una casa muy berciana, con su escalera y corredor. «Los que se fueron del pueblo, sólo vienen en verano», asegura Carlos.

Tampoco es que tengan las elecciones como tema de conversación, aunque Carlos destaca la libertad de cada persona para opinar y votar a quien quiera.

En Rodrigatos, las elecciones no son casi un tema de conversación. Escuchan hablar a los políticos en la televisión o por la radio, pero nada más. Si acaso, piden que se mejore la cobertura de móviles. En eso coinciden todos. Lo demás, apenas importa. Al menos, a la hora de hacerlo público.

Carlos hizo un libro sobre el pueblo, que regala a todo el que quiere escucharle. En la segunda página, junto a la biografía de este profesor de Lengua Española y Francés nacido en 1946 en la vecina Brañuelas, destaca una última frase. Su descripción «de una realidad de vida y hechos» de Rodrigatos y su resistencia a que «caigan en el olvido y sean enterrados por el tiempo».

Como Rodrigatos, muchos pueblos pequeños, mineros de toda la vida, se resisten a ser pasto del olvido. Por todas las cuencas mineras hay ejemplos como Rodrigatos. Las cuencas mineras sufren ahora el abandono que hace décadas sufrieron las zonas agrícolas de la provincia; entonces, muchos se fueron a la ciudad en busca de trabajo. Hoy, en las cuencas mineras la mayor parte se ha ido a las ciudades y, si acaso, vuelven a la casa del pueblo en verano. En la zona de Gordón, otra emblemática cuenca minera, la población ha ido a menos, y lo mismo se puede decir de Sabero...

En Rodrigatos la campaña se sigue en casa. No hay mítines, ni carteles electorales. Si acaso, alguna pegatina en el tablón de anuncios. Es la realidad que no pisan los políticos nacionales, que sólo fueron a la manifestación de Madrid porque allí estaban los focos de la noticia. «Aquí no quedan ni los prejubilados; fueron los primeros en irse, y sólo viene alguno en verano», comenta otra vecina de Rodrigatos, que tampoco quiere fotos.

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