Adiós de Estado al hombre de Estado
El exvicepresidente del Gobierno Alfredo Pérez Rubalcaba muere a. los 67 años de un infarto cerebral .
P. DE LAS HERAS / DL | MADRID / LEÓN
La muerte de Alfredo Pérez Rubalcaba, a los 67 años, aunque esperada, causó ayer un enorme impacto en el mundo institucional español. El exvicepresidente del Gobierno, exministro del Interior, exsecretario general del PSOE y —como subrayó el popular Jorge Fernádez Díaz, su sucesor al frente de las fuerzas de seguridad del Estado— ex prácticamente todo lo que se puede ser en política, llevaba ingresado en el Hospital Puerta de Hierro de Madrid desde el miércoles cuando, tras haber asistido puntual a la cita con sus alumnos en la Facultad de Químicas de la Autónoma, a la que volvió a dar clases en 2014, sufrió un ictus fatal del que ya no logró recuperarse.
Su importancia en el devenir de la historia reciente de España quedó ayer patente. Rubalcaba ha sido suficientemente notable como para que su capilla ardiente quedara instalada en el Congreso de los Diputados, un honor concedido a muy pocos en democracia. Hasta ahora, sólo los expresidentes Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo Sotelo —ambos de UCD—, el vicepresidente de la Cámara baja y padre de la Constitución Gabriel Cisneros —del PP— y el expresidente del mismo órgano Manuel Marín —del PSOE— lo han tenido.
A las 20.47 de la tarde llegaban al Congreso de los Diputados los reyes, Felipe VI y Letizia, para rendirle un último adiós al más alto nivel institucional. Una bandera de España y otra roja con el símbolo del PSOE, el puño y la rosa, sobre el féretro. Diez miembros de los cuerpos de seguridad del Estado han portado su ataúd desde la escalinata de la Puerta de los Leones hasta el Salón de Pasos Perdidos, en donde ha quedado instalada la capilla ardiente, en medio de un respetuoso silencio roto por aplausos. En la sala, en un cartel con una foto de Rubalcaba, se ha escrito: «La paz y la libertad es nuestra forma de vida». 28 horas de luto oficial decretado por el Gobierno. Un aluvión de reconocimientos dentro y fuera de España.
Su viuda, Pilar Goya, sus familiares, el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, y los presidentes del Congreso y del Senado, Ana Pastor y Pío García-Escudero, junto a la máxima autoridad del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Lesmes, han esperado al pie de la escalinata la llegada del furgón fúnebre. Dentro, políticos de todos los colores juntos, desde Pablo Iglesias a Pablo Casado y, especialmente afectado, el expresidente del Gobierno, el leonés José Luis Rodríguez Zapatero. Rubalcaba fue, además de su ministro del Interior, su hombre fuerte. Se conocieron por una cuestión de azar: se sentaban juntos en el Congreso de los Diputados, eran compañeros de pupitre, de escaño. Tuvo un papel decisivo en la llegada de Zapatero a la Moncloa.
El velatorio permanecerá abierto hoy desde las 9:00 horas hasta las 14:00 horas. Pero ya desde el mismo miércoles fueron muchos los que se acercaron al hospital a acompañar a su familia y expresar su afecto y consideración.
Rubalcaba no llegó a ser presidente del Gobierno. A decir de sus más cercanos, tampoco fue esa su mayor espina. En todo caso, con socarronería pero, según sus íntimos, bastante en serio, se lamentaba de no haber podido ocupar la presidencia del Real Madrid, el club de fútbol del que era seguidor acérrimo. Siempre se sintió más cómodo susurrando al oído de otros líderes de su partido, Felipe González, Joaquín Almunia, José Luis Rodríguez Zapatero... Y aunque en 2011 se presentó a las elecciones generales como candidato de su partido lo hizo más como acto de servicio —era plenamente consciente de que su partido, achicharrado por la gestión de la crisis económica, se encaminaba al descalabro electoral— que por ambición personal. Despertó amor y odio tanto entre sus compañeros como con sus rivales, pero en su adiós tuvo el reconocimiento general. Rajoy dijo de él ayer que «ha sido una de las personalidades más importantes de la reciente historia de España y, como tal, merece ser honrado y reconocido». Y Pedro Sánchez, presidente del Gobierno en funciones, con el que tuvo serias discrepancias en estos últimos años, adelantó su regreso a España desde la cumbre de la UE en Rumanía y ha permanecido pendiente de su familia. Fue un maratoniano de la política. Sólo quería ser recordado como el político que acabó con ETA. Suyo fue el mérito de idear la vía Nanclares, que terminó por acelerar la desaparición de la organización terrorista. España pierde además a un gran parlamentario. El hombre socarrón que dijo: «Los españoles enterramos muy bien».