El fiscal: el niño Gabriel Cruz «no tuvo opción de salir con vida»
CECILIA CUERDO | ALMERÍA
La primera sesión del juicio por la muerte de Gabriel Cruz dejó a las claras este lunes que las estrategias jurídicas pasan por mostrar la intencionalidad o no de Ana Julia Quezada, acusada de la muerte del niño y que ella achaca a un accidente. Y que para ello las partes no tendrán reparo en subrayar los detalles más escabrosos y tremebundos del caso para lograr el favor de un jurado popular que será mayoritariamente femenino: siete mujeres y dos hombres.
Mientras la defensa trató de subrayar que las pruebas que se analizarán estos días «no demuestran» que hubiera esa premeditación, apelando a lo «chapucero» de continuar al lado de la familia mientras se le seguía buscando, la acusación que ejercen los padres del niño se centró en el sufrimiento que infligió al niño, ya que estuvo agonizando entre 45 y 90 minutos.
«El niño no tuvo opción de salir con vida», resaltó el fiscal. «No cabe mayor maldad», zanjó la acusación.
No será hasta este martes cuando Quezada relate con sus palabras lo ocurrido en la finca de Rodalquilar aquella aciaga tarde de febrero de 2018, poco antes de que declaren como testigos, y a puerta cerrada, los familiares directos de Gabriel.
La acusada llegó a la Audiencia provincial de Almería poco antes de las nueve de la mañana con un aspecto muy diferente al mostrado durante los días de búsqueda del pequeño, tanto físico como en su vestimenta.
Tras quitarle las esposas en la sala, la mujer rompió a llorar cuando vio aparecer al jurado y al público que asistió a la primera sesión del juicio. Ya no pararía de llorar y suspirar durante la hora y media de sesión, en la que continuamente negó con la cabeza y con murmullos las afirmaciones de la acusación, rebatiendo algunos puntos con sus abogados.
«La tesis de que el niño se ha muerto resulta inaceptable», sentenció el letrado Francisco Torres, quien incluso estableció dos móviles para que Quezada cometiera el crimen. Uno, los celos que sentía sobre el menor, ya que era un «estorbo» en su relación con Ángel Cruz, y otro económico, en alusión a ciertos comentarios que la mujer habría realizado sobre un posible reparto de propiedades inmobiliarias de la familia.
«Estuvo cerca de una hora con posibilidad de salvarse, y alguien no rematadamente malo como la acusada hubiera llamado a los servicios de emergencias», dijo.
Una aseveración que dio paso a un relato terrorífico sobre la actuación de Quezada aquel 27 de febrero, en el que el abogado no escatimó detalles ante el jurado sobre la agonía que, supuestamente, le causó al pequeño y sus verdaderas intenciones al ocultar el cuerpo.
«Le apalea, le golpea, le ve agonizando, y lo asfixia», aseveró, tratando de rebatir que, si su pretensión era simplemente acallarle tapándole la boca, como argumentó la defensa, «no le da la somanta de palos que le dio durante una hora».
«¿Quién se pone a pintar una puerta después de matar a alguien?», reflexionó, para exponer a continuación «la falta de escrúpulos brutal» mostrada por Quezada cuando «dormía a diario con el padre del niño que había matado, o animaba a diario a todo el mundo».
Es más, el letrado cuestionó en este sentido el arrepentimiento que Quezada asegura mostrar, recordando una de las frases más duras que la investigación policial descubrió durante la grabación. «Qué arrepentimiento cabe si dijo, ‘os voy a dar ‘pescaíto’ por mis cojones’».
Una Quezada llorosa, mientras tanto, negaba con la cabeza y murmuraba negándolo. Todo ello con el objetivo de apuntalar la versión del asesinato con alevosía para una condena por prisión permanente revisable. «El niño no tuvo opción de salir con vida», concedería la fiscal, que considera que Quezada actuó «de forma consciente y a sangre fría».
La defensa de Quezada sabe que será muy difícil romper la imagen de perversidad que pesa en imaginario colectivo. Por eso trató de centrarse en la necesidad de que cualquier decisión del jurado popular se ciña a las pruebas presentadas, más allá de impresiones. «Justicia no es venganza», lanzó el letrado. Y ese relato que configuran las pruebas, insistió Esteban Hernández -Thiel, demuestran que no hubo un plan preconcebido».
«Su conducta no fue la más afortunada, sí, es pero muy común, ya que el ser humano cuando hace el mal por desgracia y por naturaleza tiende a ocultarlo», concluyó.