Sánchez obvia las demandas de Rivera para una abstención de Cs
paula de las heras | madrid
No había abierto hasta este lunes el más mínimo resquicio a la abstención, pero Albert Rivera dio ayer la campanada. A poco más de 30 horas para que el rey anuncie si propone o no de nuevo candidato a la investidura y dando muestras de que, pese a todo lo dicho, existe en su formación cierto vértigo a una repetición electoral, el presidente de Ciudadanos se ofreció a facilitar junto al PP que Pedro Sánchez forme Gobierno a cambio de tres condiciones: la ruptura del Gobierno navarro; una mesa para hablar del 155 y compromisos en materia de impuestos. El ofrecimiento fue recibido con agrado por los socialistas, que vieron en el movimiento una autoenmienda a la totalidad de los liberales, pero eso no significa que vaya a tener recorrido.
El propio líder del PSOE se encargó de rebajar cualquier expectativa de una negociación de urgencia con los dos partidos de la derecha. Desde Almansa (Albacete), hasta donde se desplazó para reconocer las zonas afectadas por la gota fría, Sánchez argumentó que todo lo que pretende preservar Rivera con sus exigencias ya está siendo garantizado por su partido y por el Ejecutivo en funciones y se ratificó en su petición inicial de una «abstención técnica» y sin contrapartidas simplemente para permitir que la legislatura eche a andar. «No hay ningún obstáculo real», esgrimió.
Una a una, el líder de los socialistas replicó a las condiciones expuestas por Rivera en una comparecencia tras reunir al comité permanente de Ciudadanos.
En lo que se refiere a Navarra, donde la socialista María Chivite gobierna en coalición con Geroa Bai y Podemos gracias al apoyo externo de Izquierda-Ezkerra y la abstención de EH-Bildu, Sánchez negó que haya habido ni vaya a haber ningún pacto con la formación de Arnaldo Otegi y defendió que los socialistas garantizan «el cumplimiento de la Constitución y la disposición adicional que reconoce la foralidad».
Sobre el 155, remarcó que ya lo apoyó en el pasado cuando fue necesario y aseguró que volvería a hacerlo, «en caso de que hipotéticamente las fuerzas independentistas volvieran a situar a España y al conjunto de Cataluña ante una situación de incumplimiento y quiebra del Estatuto y la Constitución». «No habría -aseveró- ningún tipo de duda al respecto».
A diferencia de lo que venía siendo habitual, Ciudadanos no exige ahora la intervención inmediata de la autonomía de Cataluña. La sentencia del Tribunal Constitucional que el pasado julio avaló la aplicación que de ese precepto hizo el Gobierno de Mariano Rajoy también dejó claro que el 155 debe ser entendido como un recurso extraordinario y que no puede mantenerse en el tiempo de forma indefinida. Lo que Rivera planteó fue, pues, constituir una mesa para «planificar» su aplicación en caso de que la Generalitat incurra en «desacato» de la próxima sentencia del Tribunal Supremo sobre el ‘procés’.
Rivera también reclamó de Sánchez el compromiso expreso de no indultar a los dirigentes independentistas que eventualmente pudieran resultar condenados por el alto tribunal. Sobre este asunto concreto, sin embargo, el jefe del Ejecutivo en funciones eludió pronunciarse, como hasta la fecha.
La tercera condición de Ciudadanos, la económica, sería que no se suban los impuestos a las clases medias ni las cuotas a los autónomos. Y a eso Sánchez replicó que «la intención del Gobierno es aliviar la carga fiscal a las familias, los trabajadores autónomos y la clase media trabajadora de este país». Toda su intervención estuvo así destinada a tratar de dejar al líder de los liberales sin argumentos.
Los socialistas creen que la propuesta de Rivera no es sincera y que simplemente busca salvar la cara ante su electorado en el último minuto ante la inminencia de la repetición de las votaciones. Es algo que comparten también en otros partidos.
A pesar de que creen haber detectado numerosos síntomas de intranquilidad, no hay en el partido gubernamental demasiadas esperanzas en que ni los liberales ni tampoco Podemos salven ‘in extremis’ la situación y ya se asume como inevitable la cita con las urnas el 10 de noviembre.