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Rivera abre la puerta por primera vez a dejar la política en caso de debacle el 10-N

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León

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maría eugenia alonso | madrid

La caída libre que Ciudadanos está experimentando en las encuestas, donde se deja hasta cinco puntos con respecto a las generales de abril y que incluso le relegan a la quinta fuerza del arco parlamentario, alimenta los rumores sobre la continuidad de Albert Rivera al frente del partido después del 10 de noviembre. Aunque el líder de los liberales prefiere centrarse en la campaña y no pensar en el día después de las elecciones, por primera vez vislumbra su futuro fuera de la política. «Nunca he tenido apego al sillón», afirmó ayer el catalán en una entrevista en TVE tras recordar que antes de asumir las riendas de la formación trabajaba de abogado en La Caixa.

A cinco semanas de que los ciudadanos tengan que volver a pasar por las urnas, todos los sondeos coinciden en reducir drásticamente la representación parlamentaria del partido naranja, que perdería más de una veintena de escaños con respecto al 28-A cuando obtuvo 57 diputados. Los liberales no consiguieron entonces el anhelado ‘sorpasso’ al PP pero se quedaron muy cerca: a menos de un punto de los populares y a tan solo 220.000 votos de diferencia.

Los resultados dieron alas a Rivera para erigirse como líder de la oposición frente a Pablo Casado, que se enfrentó al peor resultado del PP en su historia. Pero seis meses después el panorama es diametralmente opuesto. La última encuesta publicada, realizada por Sigma Dos para El Mundo , vaticina que Vox le tomaría la delantera a Ciudadanos, que tan sólo obtendría 22 escaños frente a los 28 de los de Santiago Abascal, mientras que el PP recupera terreno y sigue en ascenso.

Un desplome sin precedentes que ha obligado al líder de los liberales a no descartar dar un paso al lado si los negros augurios demoscópicos se cumplen. «Estoy en política porque me apasiona. No me mueve el apego al sillón, a un escaño o a un cargo», aseguró Rivera, reacio a conservar el sillón presidencial «a cualquier precio».

Si los resultados no avalaran su proyecto, una de las grandes alternativas para tomar el mando en Cs sería la actual portavoz en el Congreso, Inés Arrimadas. La dirigente liberal ha hecho una carrera fulgurante. Se incorporó a las Juventudes de Ciudadanos y en 2017 ganó las elecciones catalanas contra pronóstico. Además, su papel en las andaluzas, su tierra natal, fue fundamental para los resultados que obtuvo Juan Marín. Para muchos es la figura del partido con más proyección junto a Rivera. «Soy muy fan de Inés», reconoció esta misma semana el dirigente liberal, que se deshizo en halagos hacia su compañera pero evitó comentar si le parecería una buena sucesora al frente de la formación.

Aunque su sombra es alargada, Arrimadas le guarda las espaldas a Rivera. «Nosotros somos un equipo y el liderazgo interno de Albert es indiscutible», remarcó ayer en una entrevista a EsRadio. La que fuera líder de Ciudadanos en Cataluña hasta el pasado abril descartó que existan movimientos internos en las filas naranjas para arrebatarle el sillón presidencial a Rivera y defendió la solidez de su liderazgo. «Queda Albert para rato», zanjó.

Hasta ahora el catalán se ha mantenido como el máximo dirigente indiscutido e indiscutible de Ciudadanos en sus trece años de vida. Su hiperliderazgo se evidencia entre otras cosas en la escasa contestación interna que ha registrado a pesar de sus vaivenes ideológicos y los cambios de rumbo que ha experimentado su discurso en todo ese tiempo y que, en todo caso, ha tenido por desenlace la salida de la formación de los díscolos. Así, por ejemplo, Carolina Punset dio un portazo al abandonar el partido en 2018 con una dura carta. «Te riñen, por hablar con Puigdemont, con personas de Esquerra, con cualquiera que no esté en el bloque del 155», criticó la eurodiputada.

El primer gran revés de Rivera llegó en junio con las renuncias de Toni Roldán, Javier Nart o Francisco de la Torre, y de algunos de los fundadores del partido, como Xavier Pericay y Francesc de Carreras. Lo que era un rumor de puertas hacia fuera, que dentro de las filas liberales había voces discrepantes con el viraje hacia la derecha que el partido había tomado, se convirtió en una realidad. Pero un golpe de timón en agosto dejó al sector crítico casi desactivado y sin capacidad de maniobra.