Pedro Sánchez se prepara para una legislatura en el alambre
Nadie se llama a engaño en el PSOE. La negociación de la investidura de Pedro Sánchez será solo el principio de una carrera compleja que en cualquier momento puede acabar de una manera abrupta. El presidente del Gobierno en funciones ha decidido poner toda la carne en el asador para cerrar un acuerdo de coalición con Unidas Podemos, ganarse el apoyo explícito de hasta siete partidos más —PNV, Más País, Compromís, Coalición Canaria, PRC, BNG y Teruel Existe— y convencer a Esquerra Republicana de Catalunya de que, con su abstención, le deje seguir en la Moncloa.
La mayoría de los socialistas creen que lo conseguirá, aunque solo sea porque el temor a hacerse responsables de unas terceras elecciones pesará sobre la conciencia de todos los grupos.
Pero la gran inquietud está en el día después. Sánchez optó el pasado 10 de noviembre por intentar el Gobierno que se había negado a formar tras los comicios del 28 de abril, con peores números aún de los que tenía cuando decidió jugársela en unos nuevos comicios. No lo hizo porque ahora esté convenido de que el proyecto que puede construir con Pablo Iglesias sea, como dijo el día 12, «tan ilusionante que supera cualquier desencuentro», sino porque interpretó que los votantes no le habían dejado otra salida.
Él había centrado la campaña en demandar el voto útil de la izquierda y el centro y, lejos de lograrlo, salió debilitado: tres escaños y casi 800.000 votos menos. Sin embargo, los mismos argumentos con los que en septiembre defendió ante los suyos, en buena medida escépticos, la decisión de volver a las urnas siguen vigentes.
El secretario general del PSOE argumentó entonces que el Ejecutivo de coalición en el que se empeñaba el líder de Unidas Podemos , dependiente de los mismos partidos secesionistas que en febrero se habían negado a aprobarle los Presupuestos si no cedía a retirar las acusaciones contra los dirigentes del ‘procés’, sería una bomba de relojería lista para estallar en cuestión de meses. Ahora ese temor sigue afectando tanto a la dirección del partido como a los barones que, en todo caso, mantienen un respetuoso silencio, más allá de mensajes preventivos para su parroquia del castellano-manchego Emiliano García-Page o el aragonés Javier Lambán.