Sánchez salva sin más cesiones la cita con Torra y acuerda reunir este mes la mesa de diálogo
El presidente del Gobierno y el de la Generalitat estarán al menos en la primera convocatoria del foro que pactó Esquerra
Pedro Sánchez salió ayer satisfecho, casi ufano, de su cita con Quim Torra en el Palau de la Generalitat. «Hoy es el día en el que, a juicio del Gobierno de España -proclamó- tiene que comenzar el diálogo para el reencuentro». Los prolegómenos de la reunión no resultaban del todo alentadores. En los últimos días, el presidente catalán había dejado claro que mantendría alto el listón de sus exigencias -derecho de autodeterminación y amnistía para los condenados del procés - y en Esquerra Republicana de Catalunya llegaron a temer que aprovechara la ocasión para reventar la mesa de negociación que ellos pactaron a cambio de la investidura del líder socialista. Creían que podía tratar de dejarlos en evidencia ante un electorado por el que ambos compiten. Pero no fue así.
La reunión, de cerca de hora y media de duración, no arrojó -como ya se había encargado de anticipar el martes la portavoz gubernamental, María Jesús Montero- grandes resultados. Sánchez llevó consigo un documento de 44 puntos, en su mayoría ajenos a la cuestión territorial, que, según dijo, recoge peticiones realizadas en los últimos diez años por los sucesivos presidentes de la Generalitat en materia económica, social y competencial, y sobre el que, a decir de Torra, ni siquiera llegaron a discutir. El gobernante autonómico, por su parte, dejó claro su nulo interés en abordar traspasos, inversiones o reformas del sistema de financiación. «Estamos hablando de soberanías, de un pueblo que debe decidir su futuro libremente», dijo. Y sin embargo, uno y otro concluyeron que la relación ha de seguir.
Ese fue, de hecho, el principal resultado de la cita: el compromiso mutuo de constituir ya este mes la mesa de diálogo que pactó ERC y que, de algún modo, Torra, que se prepara para convocar elecciones en el momento que mejor convenga a su formación, busca capitalizar ahora. Aunque no hay aún fecha ni orden del día, Sánchez anunció que su intención es encabezar la delegación del Gobierno al menos en el primer encuentro. Y el presidente de la Generalitat, pendiente de que el Tribunal Supremo decida sobre su inhabilitación en los próximos meses, defendió que ambos deberían liderar las conversaciones de manera permanente porque son «quienes representan en este momento a España y a Cataluña».
En la Moncloa respiraban ayer con cierto alivio por el modo en el que transcurrieron las cosas. A diferencia de lo que sucedió en Pedralbes hace algo más de un año, cuando la Generalitat se embarcó en una guerra de símbolos y los responsables de protocolo batallaron por un ‘quítame de ahí esa poinsettia amarilla’ (el color con el que el secesionismo reclama la libertad de los políticos catalanes presos), esta vez no hubo escaramuzas. Y aunque el gobierno catalán pueda esgrimir que el trato dado a Sánchez es el que se otorga a todos los primeros ministros extranjeros, en el gabinete del presidente se quedan con que en la sala Verge de la Montserrat donde tuvo lugar la reunión, estaba la bandera española y con que el clima en la calles fue de absoluta calma.
En su comparecencia ante los medios, el jefe del Ejecutivo rechazó abiertamente la idea de designar a un mediador internacional, en la que sigue insistiendo JxCAT. «Este va a ser un diálogo franco y transparente en el que el mediador van a ser los 47 millones de ciudadanos españoles», dijo. Además, apostó por el autonomismo como la fórmula que «aglutina a más catalanes y representa mejor la pluralidad y el sentimiento de la sociedad».