Puigdemont obvia la mesa de diálogo y llama a prepararse para la «lucha definitiva»
El expresidente de la Generalitat cubre las expectativas y mueve a 100.000 personas a su acto en Perpiñán
El expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, se dio ayer un baño de masas en un acto en la localidad francesa de Perpiñán, anunciado a bombo y platillo como su regreso a Cataluña tras dos años de ‘exilio’ en Bélgica, en el que lanzó la precampaña electoral catalana y buscó arrinconar a ERC, su adversario político en la lucha por la hegemonía del independentismo.
El dirigente nacionalista prometió hace más de dos años, cuando se presentó como candidato en las pasadas elecciones autonómicas, que si ganaba, volvería a Cataluña investido como presidente de la Generalitat. No lo hizo. El regreso figurado se produjo ayer, pero sin llegar a cruzar la frontera, de la que se quedó a 25 kilómetros, pues sería detenido y puesto a disposición de la justicia española. «Sabíamos que si aguantábamos, llegaría este momento en el que podríamos pisar tierra catalana como personas libres», expresó, haciendo uso de una retórica republicana con la que trata de mantener vivo el procés .
Vestido de traje y corbata, con porte institucional y presentado como el ‘molt honorable president Carles Puigdemont’, el líder nacionalista convirtió el acto del Consejo para la República, que debía servir para celebrar la «victoria» de haber conseguido sentar como eurodiputados al propio Puigdemont a Comín y Ponsatí, en un mitin en el que llamó a los catalanes a «prepararse» para mantener la «confrontación» con el Estado. «Prepararse», insistió durante toda su alocución, para la «lucha definitiva» por la independencia.
Puigdemont, agasajado por las autoridades de la ciudad gala, que le recibieron con todos los honores, aprovechó su puesta en escena para enviar varios mensajes a su adversarios de ERC y arremeter contra su estrategia política. El primer aviso, su capacidad de movilización. Nadie en el independentismo es capaz de reunir en un mismo acto a entre 100.000 y 200.000 personas, según la fuente (autoridades francesas o la organización). Perpiñán, en cualquier caso, dobló ayer su población en la que se convirtió en la movilización más importante del secesionismo celebrada en el extranjero. La gran mayoría de los asistentes acudieron desde Cataluña.
Dos años después de declarar la independencia y huir a Bélgica, Puigdemont trata de mantener el pulso del procés y conservar las riendas del movimiento independentista, en pugna con Junqueras, aunque en ocasiones ha corrido el riesgo de quedar aislado en Waterloo. De momento, sigue sin confirmar si será candidato en las próximas elecciones, que algunas fuentes sitúan el 1 de octubre, porque en ningún caso podría ser investido, pero sigue siendo el mejor cabeza de cartel del soberanismo y amenaza la preeminencia de ERC en los sondeos.
Los republicanos abogan por el diálogo con el Gobierno y son partidarios de aparcar el procés hasta que el secesionismo supere ampliamente el 50% del electorado. Puigdemont, en cambio, advirtió de que «no hay que esperar a tiempos mejores» y que el embate tiene que producirse ya.
El expresidente catalán, que ha situado en la mesa de diálogo constituida este miércoles en la Moncloa a cuatro colaboradores de su máxima confianza (de los ocho que componen la delegación catalana), dejó aun así que fueran sus teloneros quienes arremetieran contra la apuesta de Esquerra. «No nos dejemos engatusar con una foto de mesa de diálogo que solo busca permitir a Pedro Sánchez ganar tiempo», clamó la eurodiputada y exconsejera de Educación huida a Escocia, Clara Ponsatí, dando voz al independentismo más irreductible.
Oriol Junqueras y Marta Rovira intervinieron en el acto a través de un vídeo, pues los organizadores trataban de dar una imagen de transversalidad. El líder republicano sacó pecho por haber conseguido sentar a dialogar al Gobierno y emplazó a acabar con los reproches y a no confundir el adversario. Durante el vídeo, se mostraron imágenes de la mesa de diálogo, que sin embargo fueron recibidas con una fuerte pitada por parte del público. «El independentismo no apoya la mesa si es un postureo», apuntaron fuentes de la ANC.
Las llamadas a la unidad también fueron constantes, lo que da una buena muestra de la división en la que se encuentra el secesionismo.