Defensa usa normas de hace 25 años para investigar accidentes aéreos
El último accidente aéreo en las Fuerzas Armadas, ocurrido el pasado jueves en La Manga (Murcia) que causó el fallecimiento del comandante Eduardo Garvalena, de 38 años, casado y padre de tres hijas, no solo ha vuelto a poner en la picota el estado de algunas aeronaves del Ejército del Aire y la seguridad de los pilotos, sino que cuestiona la efectividad misma del reglamento que investiga estos siniestros, que data de hace más de 25 años. Los reactores señalados en este caso son los cazas C-101 Mirlo, de la Academia General del Aire (AGA). Se trata del mismo modelo accidentado en agosto pasado también en La Manga -falleció el comandante Francisco Marín, de 41 años-, cuenta con más de 40 años de circulación y fue construido en España por la empresa Casa.
Este reactor está en la fase final de su vida útil y las 60 unidades en activo serán sustituidas de forma progresiva desde finales de año por 24 aviones Pilatus de entrenamiento. Un modelo adquirido a la compañía suiza del mismo nombre por más de 200 millones de euros. De la Academia General también procedía la aeronave Tamiz E-26, que se cayó al Mar Menor solo 22 días después del anterior siniestro y en el que fallecieron el comandante Daniel Melero y la alférez Rosa María Almirón.
Estos tres accidentes mortales en solo medio año han sido investigados por la Comisión para la Investigación Técnica de Accidentes de Aeronaves Militares (Citaam). Es un órgano adscrito al Mando de Apoyo Logístico del Ejército del Aire y fue creado en mayo de 1994 para determinar las causas que provocan los accidentes e incidentes menores y prevenir otros.
El marco normativo sobre el que trabaja este órgano, cuya comisión la conforman nueve militares, es un real decreto de siete páginas sin actualizar. Ello pese a la evolución del equipamiento aéreo o la irrupción de un asunto estructural que ha llevado al límite las capacidades operativas de las Fuerzas Armadas: la pérdida de un tercio del presupuesto durante la crisis, que no se ha vuelto a recuperar.