Los desacuerdos precipitan a la UE hasta el descrédito
Alemania, Holanda y Suecia creen que la crisis no va con ellos
En junio de 2012, con el euro sostenido por un hilo, el francés François Hollande, el español Mariano Rajoy y el italiano Mario Monti se plantaron en una cumbre de líderes que fue trascendental. Arrinconaron a Angela Merkel y consiguieron que la UE se pusiera manos a la obra para construir una unión bancaria que todavía continúa con andamios. Inacabada e imperfecta. Aquel bloqueo de los tres países del sur que, junto con Grecia o Portugal, más severamente estaban siendo golpeados por la crisis financiera, logró forzar una respuesta de urgencia en uno de los momentos más críticos que se ha vivido en la UE.
Ocho años después, el coronavirus está provocando una crisis aún mayor, «no vista desde la Segunda Guerra Mundial», como se han encargado de subrayar Angela Merkel o Emmanuel Macron. La UE, el Titanic europeo, «ha chocado contra un iceberg»; está a punto de hundirse, dijo de forma muy gráfica la ministra de Exteriores, Arancha González Laya, y la situación no distingue «entre pasajeros de primera y segunda clase».
Ajenos al problema
Pero Alemania, y aliados tozudos como Holanda, Suecia o Finlandia, no lo ven igual. Se empeñan en demostrar que el problema no va con ellos. Todavía. Tienen billete de primera en esta Unión Europea y transmiten (ahora más que nunca) que el proyecto es pura fachada. Cierto que también lidian con el coronavirus, pero creen hacerlo en un universo distinto al de España o Italia, donde la propagación y el coste de vidas resulta insoportable. Así que frente al «estamos al límite» que Madrid y Roma verbalizaron durante la videoconferencia que mantuvieron el pasado jueves los líderes, Berlín, y sobre todo La Haya, adoptaron una pose de suficiencia «repugnante» (extrapolando el término empleado por el ministro portugués, Mario Costa). El empeño de Pedro Sánchez y Giussepe Conte por conseguir un «compromiso claro y contundente» se tradujo en otro bloqueo y una prórroga: dos semanas para que los ministros de Economía aporten fórmulas «claras y contundentes». La incógnita es si lo conseguirán.
La principal demanda de Italia y España, Francia y otros seis países más, los eurobonos o coronabonos, no. Salvo sorpresas. El holandés Mark Rutte lo dijo claro: «En ningún escenario» contempla esa opción. Y Merkel, más suave, tampoco. Nadie duda de que esa herramienta sería el mejor ejemplo de una respuesta fiscal coordinada. Como el problema es de todos, todos comparten los riesgos a la hora de endeudarse para evitar que la crisis sanitaria mute en no mucho en una crisis financiera.