Sin rastro del domingo
La cuarentena desvela el vacío de las calles y los espacios públicos en los que bulle la vida de León cada fin de semana, pero a su vez confirma que los ciudadanos se quedan en casa para poder poblarlos de nuevo libres del virus
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No hay rastro este domingo. Ni colas a primera hora en las churrerías. Ni vinos de mediodía en el Barrio Romántico con los guajes revueltos en sus juegos por la plaza de Torres de Omaña. Ni picoteo al sol de San Martín, con las terrazas tomadas por los turistas que asedian a los camareros para que les confirmen que la tapa es gratis. Ni pitidos en la plaza de Santo Domingo cuando se acaba de abrir el semáforo de Independencia y no termina de ponerse en verde el disco que da salida hacia Padre Isla. Ni tampoco pendones al cielo de San Isidoro para que ondeen a la puerta de donde en 1188 se acunó la democracia representativa. No, todavía este domingo no volverán esas imágenes a pintarse en las calles de León.
Este domingo quedarán mudas las gradas del Reino de León, donde los pájaros se entretienen en buscar alimento sobre el césped. Este domingo se queda huérfanos de que habiten los correteos de los guajes los campos de fútbol de Puente Castro, las canchas de baloncesto de los colegios, las pistas del Hispánico por las que ahora silba el viento al atardecer para dar réplica al concierto de los estorninos que se guardan a dormir en la fronda de los grandes árboles del paseo del Parque. Este domingo librará de los atascos en la entrada de las Médulas, de los senderos de aficionados a la montaña que retrepan los riscos para asomarse al hipnótico eco del lago Ausente o al encañonado perfil de las Hoces de Valdeteja. No habrá nada hoy en la calle.
Este domingo sin rastro de domingo en el que nos quedamos en casa nos abre la puerta a todos los domingos que vendrán.