Diario de León

El planeta libra la batalla contra el brote que superará esta semana al millón de enfermos

Letreros en la ciudad de Quito para que la gente no salga a la calle.

Letreros en la ciudad de Quito para que la gente no salga a la calle.

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El papa Francisco y la Unión Europea se sumaron este domingo al llamamiento de la ONU para detener los conflictos armados existentes en diferentes puntos del planeta —con el fin de evitar brechas por las que se expanda el virus—e instar a todos los países, especialmente las economías más potentes agrupadas en el G-20, a presentar un «plan de batalla» contra la pandemia. El secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, considera que el mundo vive una «situación bélica» global y «no la va ganando»; esta vez sin armas convencionales ni nucleares. La Tercera Guerra Mundial es contra un virus que hasta el domingo acumulaba 666.718 contagios y 31.196 fallecimientos —según los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS)—, y que antes del fin de semana próximo habrá rebasado el millón de infecciones.

Desde su aislamiento preventivo, que le llevó un domingo más a celebrar la oración del Angelus a través del vídeo, el papa insistió en que el Covid-19 «no conoce fronteras». Francisco Bergoglio reclamó la coordinación de los Gobiernos para fomentar la diplomacia, la «creación de corredores de ayuda humanitaria» y la «atención» a los más vulnerables. La UE, por su parte, se centró en Siria y exigió una tregua, especialmente en la devastada Idlib, para mejorar la respuesta ante una pandemia que amenaza el país. ¿Por qué esa mirada insistente en los últimos días a las confrontaciones internas? Porque, a pesar de que todas juntas desangran a buena parte de la población mundial, tampoco se las ha hecho demasiado caso en la distancia. Pero ahora tanto la Unión Europea como Naciones Unidas consideran que ya no hay separación: cualquier conflicto bélico, al igual que cualquier foco de infección en el lugar más recóndito de Oceanía, es una fuente de riesgo que facilita la replicación del virus. Todo lo que suponga descontrol en la movilidad de los refugiados, porosidad de las fronteras y precariedad de unos sistemas de salud prácticamente reducidos a cenizas es gasolina.

Las guerrillas de Camerún y Filipinas ya han detenido su acción armada y la ONU espera que suceda lo mismo en Yemen. En definitiva, se trata de sellar cualquier fuente que alimente la posibilidad del virus de seguir dando vueltas al planeta con el fin de acortar el tiempo de la pesadilla. Esta semana, no menos de cincuenta países —España también— llegarán al ecuador de la cuarentena original. La primera, porque los plazos ya están alargándose. Alemania prolonga su final al menos hasta el 20 de abril. Otros, como Reino Unido, Finlandia o la mayoría de América Latina, alcanzarán ese ecuador en los próximos quince días al haber aplicado el confinamiento más tarde. Y no es un momento para festejar.

PEORES PREVISIONES EN EE UU

Si las dos últimas semanas han sido un mal sueño, los 3.000 millones de ciudadanos confinados en el planeta, y aquellos que no lo están, se enfrentan a una segunda mitad del partido muy pesimista. Como un mazazo han caído en la comunidad internacional las últimas previsiones ofrecidas por el principal responsable científico en la lucha contra el coronavirus en EE UU, Anthony Fauci, quien calcula que la epidemia podía cobrarse la vida de más de 100.000 personas y provocar «millones» de contagios en el país que su presidente, Donald Trump, consideraba hasta hace unos días capaz de «doblegar al virus». Fauci afirmó que los vectores que espían los movimientos del patógeno son aún «muy débiles». La propia OMS está asombrada de la celeridad del brote, con un registro superior a 123.000 enfermos y 2.229 fallecidos en territorio estadounidense.

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