Supervivencia comercial
Vivir de las rentas
La cuarentena provoca una pugna entre los propietarios y los inquilinos que determinará la supervivencia de gran parte de los negocios
No les gusta «deber nada a nadie». Para «poder quedar limpios», Nuria Cuevas y Alberto Marcos avisaron a los proveedores para que les «pasaran lo que había quedado pendiente» y pagaron «todo». Las dos primeras semanas de la cuarentena se habían cumplido con el bar Celes cerrado y entraba abril. Tocaba pagar la renta como todos los meses. Pero esa llamada no la hicieron. No fue necesaria. Quedó abortada por el whatsapp que les envió Rafael Simón: un mensaje de móvil como los millones que circulan de teléfono a teléfono estos días: uno corto en el que les preguntaba «cómo estaban» y les avisaba de que «tiraran para adelante» y no se preocuparan porque no les iba a cobrar el alquiler «hasta que todo esto se acabe». «Mi marido, de la emoción, se echó a reír», recuerda la hostelera con una carcajada en la que resuena el gesto del propietario, quien se limita a apostillar que «todo el mundo tiene que arrimar el hombro».
El hombro de Rafael Simón sirve para que la pareja tenga un horizonte. Al menos uno que vaya más allá del siguiente mes porque ya no sabían «de dónde tirar», menos aún después de «febrero y marzo, que son los peores meses». «Es un acto tan grande de generosidad que no tenemos manera de agradecérselo. No me canso de decirle que muchas gracias, muchas gracias, muchas gracias», repite Nuria Cuevas, en bucle, después de subrayar que van a «salir de esta con la ayuda del dueño del local, del banco y de la familia que trae cazuelas de aquí para allá para comer», además de «los clientes y la gente del barrio», como «el carnicero o los de la tiendina de al lado que llamaron para avisar de que cualquier cosa» que necesiten cuenten «con ellos». «No sabíamos de dónde tirar y mira», subraya la joven.
Litigiosidad
A la puerta del establecimiento, ubicado donde Doctor Fleming se convierte en la avenida Antibióticos, poco más allá del Palacio de Congresos, Rafael Simón saluda a Alberto Marcos. El propietario es quien insiste en el «agradecimiento» hacia los inquilinos a los que ha «dejado un local montado» y que se lo «cuidan». «Yo entiendo que tengo que ayudar como está haciendo casi todo el mundo, menos la clase política que ni siquiera renuncia a la paga por desplazamiento», lanza como única crítica, pero sin entrar en juicios sobre lo que hacen otros arrendatarios porque no todos son «iguales». Él tiene la suerte de contar con «un trabajo» que le reporta otros ingresos. «Pero conozco varios casos que tiene muchos locales aquí en León y defienden que no está para perdonar. Allá cada uno», expone.
La disparidad de criterios genera un debate en el que «el casero es el malo», como se queja Gómez, quien defiende que se trata de «un inversor al que unas veces le salen bien las cosas y otras veces le salen mal». En su caso cuenta con «tres locales en el centro», que prefiere no identificar. En uno ha «llegado a un acuerdo de una rebaja del 35% durante los próximos ocho meses, hasta final de año», en otro está «pendiente» y en el tercero no ha tenido aún «contacto» porque no le han «llamado». En todos los casos apuesta por «alcanzar un acuerdo», aunque comprende que «también hay propietarios que siguen cobrando el alquiler al 100% porque a ellos la letra de la hipoteca se la pasan también íntegra». «Hay que pensar también en el propietario que ha heredado el local o lo ha comprado a un precio muy alto, en muchos sitios a una barbaridad», defiende el arrendador, quien prefiere no identificarse más que por el apellido; una postura de no significarse que se repite en la mayoría de los rentistas contactados y que evitaron participar.
Horizonte largo
En el lado opuesto se encuentra Octavio Fernández. Tiene la tienda de Geox en un local de Alcázar de Toledo. Tras negociar ha llegado a un acuerdo para reducir «un 50% el alquiler durante estos meses del estado de alarma». A pesar de que su primera intención era no pagar nada entiende que «la dueña vive de las rentas y no va a condonar la factura durante dos o tres meses». Aunque advierte ya de que el problema no acabará cuando se levante el confinamiento. Después, «para los pequeños comercios la reducción lógica» estima que debería estar «entre el 70 y 75%, durante los seis meses siguientes mínimo». El porcentaje se ajusta al «descenso que se calcula que va a haber en las ventas porque el consumo se resentirá por la incertidumbre». «Como siempre, el miedo te hace ahorrar», recalca el comerciante, quien incide en que «va a ver un gran golpe», sobre todo «en los centros comerciales donde se cobran precios astronómicos», y augura que «bajarán los alquileres de los locales porque van a quedar muchos
Cuando se reabra
No habrá que esperar mucho. En su misma calle hay «tres vacíos y en la plaza de la Inmaculada doce». Aun quedar por «caer más». Hasta ahora «no nos imaginábamos que el comercio tenía la piel tan fina», pero «se cerró y en apenas diez días estaba la gente arruinada porque se ha descubierto que vivían más al día de lo que parecía y no tenían reservas», analiza Fernández, quien insiste en que «va a haber un nuevo orden mundial con los alquileres».
En la pugna, «en la mayoría de los casos se está llegando al acuerdo de que se pague la mitad del alquiler para que no ganen ni unos ni otros y a partir de ahí ir viendo», explica el secretario de la Cámara de la Propiedad Urbana, Miguel Ángel Sánchez Fraile. Sólo su entidad acumula «casi un centenar de casos ya» y admite que se ven «saturados de demandas de inquilinos que no pueden pagar». En «casi todos están negociando, aunque hay excepciones de gente que se planta, tanto arrendadores como arrendatarios, porque creen que aguantarán el envite».
En mitad de esta tensión, «los más fuertes aguantarán y muchas aventuras caerán», vaticina Sánchez Fraile, quien abunda en que, «en este último año, el saldo ya dejaba más cierres que aperturas en León». Aunque «en el centro se va a recuperar mejor, pero no antes de un año», el portavoz de los propietarios subraya que «muchos van a cerrar, sobre todo en los barrios, y será más difícil recuperar como negocio algunos locales». «La gente va a salir menos y habrá más compra por internet, lo cual es una pena porque tendríamos que apostar todos por la cercanía para mantener una ciudad de servicios como la que tenemos», concede el profesional, tras reseñar que en su mercado «la casuística es grande», con «grandes arrendadores y otros que podríamos decir incluso con vulnerabilidad porque necesitan la renta para complementar sus pensiones».
Grandes y pequeños
Uno de estos casos lo tiene encima de la mesa el abogado Eduardo López. Su cliente, «una viuda que vive de una pensión de apenas 700 euros y que tienen un local pequeño alquilado para una clínica de fisioterapia», acaba de recibir la carta del inquilino. La misiva le reclama de manera formal «la suspensión provisional de la renta mensual», al tiempo que le avisa de que «de no aprobar la propuesta se someterán a la tutela judicial por parte de su señoría con criterio a la jurisprudencia en los procesos de aplicación de la cláusula rebus sic stantivus». El latinajo se traduce como «estando así las cosas» y busca «aplicar un principio que ya se intentó utilizar en la crisis anterior, aunque en la mayoría de los casos fue denegada porque la actividad había descendido mucho, pero había». «El problema es que ahora no hay actividad ninguna», señala el letrado, quien pronostica que «va a haber mucha litigiosidad» y recalca que «no hay jurisprudencia porque nunca se ha dado una situación como esta». «En este caso los ingresos por este local a la señora le ayudan a pagar a su vez el alquiler de su vivienda, a comer y a tener un poco de holgura. No todos son grandes propietarios, ni bancos, también hay casuísticas como estas», alecciona el mediador.
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Octavio Fernández, ayer el local que alquila. MARCIANO PÉREZ
La pugna ya presenta «mucho jaleo» en los despachos, como confirma Juan Becerro. El letrado de Bufete & Gestión argumenta que «cada uno defiende lo suyo», pero insiste en que «es bueno llegar a un acuerdo porque la conflictividad que se genera no va a reportar ningún beneficio a las partes». Desde la óptica de los arrendatarios, el abogado traslada que «los dueños se quejan de que, cuando a los inquilinos les va bien, no les avisan para pagan un poco más», aunque reconoce que «siempre» aconsejan a sus clientes que «es mejor llegar a un acuerdo, que se agoten las posibilidades con el arrendatario». «Tener un buen inquilino a día de hoy es muy importante. Más si cabe porque ahora será todavía más difícil encontrar rápido otro que ocupe ese local», especifica el profesional, con una lista larga de mediaciones por resolver estos días y clientes «muy preocupados».
Uno de esos clientes es Rafael Simón. Pero en su situación, ha optado por retirar las facturas a sus inquilinos hasta que la cuarentena se acabe. «Cuando se termine venimos a celebrarlo», emplaza a la puerta del bar Celes, con la trapa a medio abrir. Alberto Marcos asiente, mientras se despiden con el codo y los pies, entre risas. «Qué suerte hemos tenido con él. No teníamos de dónde tirar. No podíamos vivir de la rentas», agradece Nuria Cuevas.