Diario de León
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Ponferrada

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Dos metros entre toallas. Aforo limitado en las playas. Libros a pie de calle, nada de entrar a curiosear, que siempre fue un placer añadido. Decálogos de higiene en la hostelería. Terrazas más amplias. Mamparas, cristales, líneas en el suelo para saber por dónde pisar. Protocolos de desinfección antes de abrir el negocio. Distancia social. O distancia física como prefieren llamarle algunos.

Todo son eufemismos estos días. La ‘nueva normalidad’ es una expresión que nos revela lo anormal que resulta todo esto; pero es que el mundo ha cambiado y tenemos que adaptarnos. Rafa Nadal, el mejor deportista español de la historia, ha afirmado estos días que más que nunca es el momento de proteger el Estado de Bienestar. También, que quiere volver a la antigua normalidad. ¿Y quién no? Pero de momento esto es lo que hay. Mejor esto que tenemos, paseos en franjas horarias, movilidad controlada, contactos reducidos, saludos a distancia y teletrabajo donde se pueda, a que actuemos todos como si no pasara nada. Como si todo siguiera igual.

Lo intentaron en el Reino Unido y ya llevan treinta mil muertos. Y menos mal que el primer ministro Boris Johnson se ha caído del caballo después de pasar por una Unidad de Cuidados Intensivos, afectado de coronavirus.

Algo parecido sucede en los Estados Unidos, donde Donald Trump, que accedió a la Casa Blanca a golpe de bulos, va de ocurrencia en ocurrencia. Allí, la América profunda se echa a la calle a patalear porque no le gustan las limitaciones que impone el confinamiento, con la sanidad desbordada.

Y en el Brasil de Bolsonaro, otro que se lava las manos, en el doble sentido de la expresión, la gestión de la pandemia es un caos, un sálvese quien pueda. El país carioca hace méritos para desplazar a los Estados Unidos como epicentro mundial del coronavirus.

Sentado en el ordenador, el dichoso ordenador desde el que les escribo para contarles lo que me pasa por la cabeza en un nuevo día confinado, leo en un digital que mi admirada (perdonen el posesivo) Svetlana Aleksiévic ha declarado que en Bielorrusia, el presidente Lukashenko no se toma en serio el peligro del Covid-19. “Vivimos con el virus una situación del estilo de Chernóbil”, ha dicho, alarmada, la primera periodista en obtener el Premio Nobel de Literatura solo por su trabajo como informadora (a García Márquez le premiaron ante todo por el realismo mágico), autora de un libro genial sobre las víctimas de la catástrofe nuclear.

Nos sobran (líderes) iluminados, ¿verdad? Así que volveremos a la playa (al que le guste la arena, el calor y estar rodeado de gente), pero mediremos bien la distancia entre toallas. Volveremos a los restaurantes y nos sentaremos en mesas separadas. Volveremos a las librerías. Pero tardaremos en rozar el lomo de las novelas en las estanterías. Volveremos al trabajo presencial, aunque menos que antes, seguro. Y si después de todo esto por fin aprendemos a no echarnos los muertos a la cabeza, una vez más, habremos avanzado algo.

Y ahora les dejo, que tengo que ir a la farmacia a comprar mascarillas.

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