La vertiente más política
Sánchez ya trabaja en la búsqueda de apoyos para la quinta prórroga de la alarma
La presencia de Ciudadanos genera recelos entre los aliados de la moción de censura y de la investidura
Pedro Sánchez tiene ante sí un tablero político aún más complicado que el de la semana pasada, cuando sudó para reunir los apoyos suficientes para aprobar la cuarta prórroga del estado de alarma. Ahora no tiene garantizado ese mismo respaldo para conseguir la luz verde del Congreso a una quinta ampliación, pero está resuelto a conseguirlo porque sin ese paraguas jurídico su estrategia contra la pandemia se vendría abajo. En la Moncloa y el PSOE ya han comenzado a moverse para recabar unas complicidades cada vez más caras.
Después de la votación del pasado miércoles algunos teléfonos socialistas han seguido en contacto con los de Ciudadanos y el PNV. El diálogo es fluido con ambas formaciones, aseguran en el Gobierno y el PSOE, que confían en volver a contar con sus votos favorables aunque no se atreven a darlo por cerrado. Hoy mismo, sin ir más lejos, la líder de los naranjas, en su última intervención antes de acogerse a la baja por maternidad, avisó a Sánchez de que "no puede dar por hecho que tiene las mayorías aseguradas". Inés Arrimadas aconsejó "ir paso a paso y ser muy prudentes". Sabe que su respaldo al Gobierno generó un terremoto entre los 'riveristas', descolocó a muchos de sus diez diputados y solo encontró el aplauso de los críticos que aún quedan en el partido y de los disidentes que están fuera. Se lo va a pensar, dicen sus colaboradores. "No me voy a dejar llevar por las críticas ni por las alabanzas", apuntó ella.
Pero en el Gobierno afirman que hay buen ambiente con Ciudadanos. El problema está más con los aliados, que no quieren saber nada con el partido de Arrimadas, "un socio muy incómodo", para el presidente del PNV, Andoni Ortuzar. El dirigente nacionalista espera que el apoyo de Ciudadanos fuera circunstancial y acuciado por las urgencias gubernamentales. Sería una mala señal, añadió el pasado sábado, que Sánchez quiera "cambiar la mayoría que le llevó a la Moncloa" porque lo que ganaría por el flanco liberal lo perdería por el de los socios. "Embarrancaría este Gobierno", vaticinó. El presidente, sin embargo, quiere contar con ambos a pesar de sus recíprocas inquinas, una tarea en la que ya trabajan la vicepresidenta Carmen Calvo, la portavoz socialista, Adriana Lastra, y altos cargos de su núcleo duro en la Moncloa.
Tampoco Más País y Compromís, que votaron a favor de la prórroga, y mucho menos EH Bildu y el BNG, que se abstuvieron, se sienten cómodos en compañía de Ciudadanos. Pero Sánchez confía en retener sus apoyos, al menos en el caso de los dos primeros, no así con los segundos, inmersos en sus respectivas campañas electorales y cuyo viraje hacia el no es una posibilidad real.
Posiciones irreconciliables
El jefe del Ejecutivo se enfrenta asimismo al dilema de hacer un esfuerzo de diálogo para que Pablo Casado no consume su amenaza de votar en contra de una nueva prórroga del estado de alarma o dar por perdido al principal partido de la oposición. "Señor Casado, usted y yo podríamos hablar más, pero la verdad es que no nos entendemos mucho", reconoció Sánchez en el debate del pasado miércoles en el Congreso. Una confesión que apunta a que no va a invertir tiempo y esfuerzo en una tarea que ve casi imposible.
Tampoco el líder del PP está por el diálogo. "Dice que nos tiende la mano pero es pura impostura", respondió el jefe de la oposición en ese debate. La dirección de los populares, que hoy mantuvo una larga reunión, se ratificó en la estrategia de confrontación y acordó exigir al presidente que active la legislación ordinaria que permite restringir la libertad de movimientos sin estado de alarma. Una alternativa inexistente, a juicio del Gobierno. La comisión ejecutiva del PSOE también se reunió hoy, con la presencia de Sánchez, y, además de cerrar filas con la estrategia gubernamental, exigió al PP "despolitizar la emergencia sanitaria" y que desista de plantear una "guerra política" ante cualquier decisión de la Moncloa. Unas posiciones tan antagónicas que hacen muy difícil, por no decir imposible, un acercamiento entre los dos principales partidos.
Tan complicado como conseguir que Esquerra reconsidere su voto en contra a la prórroga. Lo hizo con la cuarta y lo hará con la quinta, a tenor de las palabras de sus dirigentes. Al menos esa es la sensación que impera en el Gobierno, que se resiste a prescindir de los republicanos como socios, pero sabe que no va a poder contar con ellos en medio de la pugna electoral que mantienen con Quim Torra y Junts per Catalunya.