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En la zona cero del Covid-19

«Hemos visto el horror en el hospital y aunque me contagié soy una privilegiada»

Belén García, auxiliar temporal, vuelve al Monte San Isidro tras padecer la enfermedad

Personal sanitario contratado por la emergencia sanitaria del coronavirus en el hospital Monte San Isidro. F. Otero Perandones.

León

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En los últimos días de marzo vivieron en primera línea el horror de la pandemia. «Cada vez que entraba una ambulancia, salía un coche fúnebre. Hubo un momento en que ya traían una furgoneta a recoger los féretros. Los llevaban de seis en seis», afirma Belén García Pablos, sanitaria temporal del Hospital Monte San Isidro, una de las zonas cero del coronavirus en León.

«Vivimos una película de terror. La realidad superó a la ficción», añade esta técnico en cuidados auxiliares de enfermería, que forma parte del contingente de contratos Covid—338 en León— que Sacyl realizó para afrontar la crisis sanitaria. «Había cesado el 15 de marzo y me llamaron el 20 para incorporarme deprisa y corriendo. Venía con ganas de trabajar. Pero veníamos a una guerra y no nos habían dado rifle», explica.

En aquellos días «nos hacíamos los trajes con bolsas de basura grandes y otras dos pequeñas para las mangas. Vi dos batas azules impermeables dos días y no más». Así se respondió al servicio de Medicina Preventiva del hospital cuando, después de contraer la enfermedad y recuperarse, se ha reincorporado de nuevo al trabajo.

Vocación
«El miedo es respetable, pero como profesionales sanitarios tenemos que estar a duras y maduras»

«Fui de descanso el 31 marzo y el 3 me encontraba mal. Me hicieron la PCR días después y di positivo», comenta. «Soy una privilegiada, después del horror que hemos visto, lo mío ha sido una gripe fuerte, pero sin tos ni disnea. Mucho cansancio, eso sí; todavía estoy recuperándome, la musculatura te queda tocada». En la última prueba que le hicieron el 18 de abril, dio negativo. «Estuve una semana más en casa y me incorporé».

El panorama que se ha encontrado ya no tiene nada que ver con el que dejó. «La realidad del paciente de ahora no tiene nada que ver. Los enfermos que tenemos ahora pueden escuchar los pájaros. Están más vivos. En marzo era exitus tras exitus. Ibas flotando por el hospital. Por las noches tu cabeza era un caos», relata. Belén se emociona al rememorar aquellas duras vivencias. «Hubo gente de sesenta años que habían perdido a su maridos en el hospital y estaban aquí. No sabías ni cómo consolarles. Lepregutábamos si tenían a alguien en casa esperando. Además no teníamos ni tiempo de estar con ellos», explica.

Había habitaciones dobles y hasta triples. La carga viral a la que se enfrentaban era muy grande. Recuerda especialmente a una paciente de 54 años con un cáncer previo de mama. «Era demasiado joven para estar aquí, me gustaría saber de ella. Teresa se llamaba. Espero que haya salido», comenta la auxiliar.

La mayoría de los pacientes que llegaban eran mayores. «Veíamos que se nos estaban yendo los abuelines como pajarines», comenta Ana Raneros, otra tcae que se estrenó en el Sacyl después de cuatro años con un contrato Covid. «Me sacaron de bolsa 0», apostilla. A León vino gente de Asturias y del País Vasco.

Un cambio grande
​«Veíamos que se nos morían los abuelines como pajarines. La situación es muy distinta»

Belén García Pablos cumple tres años como trabajadora del sector sanitario. Tenía el título pero había trabajado en otros sectores. Está en la bolsa de empleo y no sé lo pensó dos veces cuando el 20 de marzo le llamaron para incorporarse al Monte San Isidro. «Es cierto que hay gente de la bolsa de empleo que se negó. Lo respeto. Pero como profesionales sanitarios creo que hay que estar a las duras y a las maduras», afirma.

Lo dice alguien «al principio de llegar a esta guerra tenía miedo». Pero vino. Con su bolsita de plástico para el móvil y las bolsas de basura como escudo de protección.

Después de lo que ha vivido, el mensaje que lanza esta sanitaria es claro: «Hay que cambiar muchas cosas. A los profesionales sanitarios darles más valor y hacer más inversiones. No desmantelar las plantas como se ha hecho y más apoyo», recalca.

La vivencia le ha dejado huella. «Me he sentido un poco sola. Los despachos no vienen aquí. Nadie se ha pasado para dar ánimos y la gente ha trabajado con un tirar adelante», añade.