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León

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«Está teniendo la inteligencia de ocupar un espacio de acuerdo que reclama la ciudadanía y que ha dejado huérfano el PP». Pedro Sánchez elogiaba el jueves el último giro de Ciudadanos, que desde que estalló la pandemia se ha abierto a pactar con el Ejecutivo mientras mantiene sus Gobiernos autonómicos y municipales con los populares, que han requerido en la mayoría de casos el respaldo de Vox.

Un ejercicio de funambulismo político con el que Inés Arrimadas intenta reflotar a la formación y devolverla a la primera división, la misma que abandonó tras el terremoto electoral de noviembre que se llevó por delante a Albert Rivera y dejó a Ciudadanos al borde de la extinción.

Con diez asientos en el Congreso, la papeleta de la nueva líder naranja se antojaba complicada. Sin embargo, también en la dificultad surgen oportunidades y Arrimadas vio la suya con el estallido de la pandemia. Fue la primera en llamar al jefe del Ejecutivo para transmitirle su preocupación por el aumento de contagios y fue la primera también en tenderle la mano para sacar adelante unos «presupuestos de emergencia nacional».

En apenas tres meses la formación liberal ha optado por resituarse en el centro del tablero, abandonar el frentismo, despegarse de Vox y hacer «política útil» con la que recuperar la credibilidad perdida para interpelar a una parte del electorado de centro izquierda que se siente huérfano de representación.

Una estrategia con la que los liberales marcan perfil propio frente al PP, aunque no creen que haga peligrar los Gobiernos autonómicos que comparten en Andalucía, Castilla y León, la Región de Murcia y la Comunidad de Madrid, donde las costuras estuvieron a punto de saltar en plena pandemia como reconoció hace unos días su presidenta, Isabel Díaz Ayuso.

En las filas naranjas defienden que su respaldo al Gobierno de coalición de Sánchez e Igleisas no empaña en absoluto «la buena sintonía» que mantienen con la formación de Pablo Casado, con quien, además, cerraron para el 12-J en el País Vasco una alianza electoral que ambos partidos pretenden trasladar también a Cataluña, donde los comicios no están aún convocados y donde los liberales parten con la mayoría de las encuestas en contra.