Mas rompe con Puigdemont y sella el divorcio entre el PDeCAT y JxCat
El expresidente carga contra su sucesor y anuncia su retirada de la primera línea política
El expresidente de la Generalitat Artur Mas anunció ayer su retirada de la primera línea política, de la que fue apartado en un primer momento por su condena por desobediencia por organizar el 9-N de 2014 y de la que se aleja ya definitivamente por voluntad propia, al ver que el centro derecha soberanista catalán ha saltado por los aires tras implosionar el ‘procés’ que él mismo puso en marcha en 2012.
La decisión de Carles Puigdemont de crear un partido que no tenga que estar todo el día escuchando que es heredero de la Convergència de Pujol y del 3% ha provocado que la integración entre el PDeCAT y JxCat haya sido imposible. Ante el divorcio, Mas tenía que elegir. Quedarse en el partido que fundó en 2016 y presidió hasta 2018 o irse con Puigdemont, su delfín y a quien aupó a dedo en la Presidencia de la Generalitat. Fue en 2018, después de que la CUP mandara a Mas a la «papelera de la historia». El expresidente de la Generalitat acabó ayer de deshojar la margarita y anunció que se queda en el PDeCAT (el partido ya lo había avanzado hace 15 días) y se desmarca del proyecto de su sucesor, a quien acusó de fracturar el secesionismo. «No puedo ser partícipe de una separación», afirmó. El dardo iba contra Puigdemont, protagonista de la enésima ruptura en el soberanismo. En 2015 desapareció CiU, poco después hicieron lo propio tanto Unió como Convergència. Y el PDeCAT, heredero de CDC, se ha ido desgajando a plazos. Primero salieron los moderados (Marta Pascal y Carles Campuzano que han creado el PNC) y recientemente rompieron su carné los más radicales: Puigdemont, Turull, Rull, Budó, Buch y Forn. La gota que colmó el vaso para Mas fue la expulsión del PDeCAT del Govern. «Yo no me muevo, me quedo donde estaba. Otros han tomado la decisión de irse», expresó. El independentismo habla casi a diario de unidad pero la practica poco. Si acaso, en una ocasión, en 2015, cuando Mas fue capaz de convencer a ERC para formar las listas conjuntas de Junts pel Sí. Ganaron, pero sin mayoría absoluta. Mas decidió ponerse en manos de la CUP y seguir adelante con el ‘procés’ y ahí cavó su tumba política. Ahora renuncia a ser el héroe de la retirada, porque no tiene intención de liderar ningún proyecto político ni formar parte de ningún gobierno, aunque aún podría ejercer ese papel entre bambalinas. Dice que trabajará desde un perfil institucional como expresidente por intentar que el PDeCAT y JxCAT sean capaces de llegar a algún tipo de acuerdo, ya sea en forma de coalición electoral o pacto poselectoral en función de cómo quede el reparto de escaños en el Parlament. Aunque a día de hoy, el acuerdo más lógico para los posconvergentes sería con el PNC de Pascal.
Mas se despidió con sabor amargo, «triste, enfadado y decepcionado» por las continuas peleas del independentismo. El expresidente de la Generalitat siempre ha mirado el ejemplo escocés, en el que un único partido, el SNP, agrupa a buena parte de las sensibilidades soberanista. Quiso importar ese modelo para Cataluña. Ahora afirma que si el independentismo no es capaz de dar una imagen de unidad, «nadie» le «tomará en serio» y Cataluña seguirá siendo una autonomía.
Asegura que no hará «nada» que se pueda interpretar como una «confrontación» con Puigdemont. «No veréis una pelea pública entre él y yo», insistió. En las urnas, no habrá entonces pelea entre los dos gallos del soberanismo.