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León

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Texto Ocho años con Gramci

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- La narrativa de Pablo Iglesias para anclar la orientación política de la coalición con Pedro Sánchez en las próximas dos legislaturas escuece en el PSOE Madrid, 14 nov. (COLPISA, Alberto Surio) Cuando Pablo Iglesias enviaba un tuit a los pocos minutos de que Arnaldo Otegi anunciaba el sí a los Presupuestos Generales del Estado «salvo que las cosas se tuerzan a última hora» dejaba en evidencia que era una operación concertada. El vicepresidente segundo del Gobierno de España y el líder de Euskal Herria Bildu han mantenido en los últimos meses una estrecha relación que ha culminado con la decisión de la izquierda independentista vasca de respaldar los Presupuestos del Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos «para defender los derechos de la gente» y para proteger la orientación social y progresista del proyecto.

La alianza táctica entre Iglesias y Otegi pretende alejar a Ciudadanos del territorio de un posible acuerdo presupuestario y, de paso, atraer a Esquerra Republicana hacia una zona de pacto, un escenario que tampoco es sencillo si se tiene en cuenta que la precampaña catalana complica el margen de maniobra posibilista de los republicanos. Está en juego, en definitiva, la dirección y la orientación política de la legislatura a partir de que, en todo caso, el PNV es un aliado estratégico «aunque son muy duros pidiendo cosas», reconocía el jueves en la tribuna del Congreso la ministra de Hacienda, María Jesús Montero.

Iglesias apuesta por una alianza que ancle la dirección política «en la izquierda». Sabe que atraviesa un momento complicado para su organización, que revela ahora la deficiencia de su implantación territorial y orgánica. Y necesita a toda costa intentar capitalizar desde el perfil social su presencia en el Gobierno de coalición para hacer frente a la actual crisis, que no tiene precedentes, desde un modelo bien distinto a la receta austericida de 2008. En Moncloa se cree que los movimientos de Iglesias son «puro humo» aventados por la oposición «de derechas» para tapar las cifras reales, que son que las enmiendas a la totalidad a los Presupuestos Generales del Estado han sido rechazadas en el Congreso por 198 noes, la mayoría más amplia de la historia con la que se supera este trámite parlamentario y que da luz verde a la dicusión del proyecto en la Cámara. «Son señales que dicen más de lo que parece, por tanto, nosotros a la señal», confirman en el entorno de Sánchez. Y es que desde la Presidencia del Gobierno se ha trazado una estrategia para explicar las políticas públicas en las comunidades autónomas. La semana pasada en la Comunidad Valenciana. Ayer en Navarra. «Estamos en una situación excepcional, en un estado de alarma, cada uno es muy libre de construir o no, pero nosotros estamos por centrarnos en la señal, no en el ruido», sostienen.

En todo caso, aunque Sánchez tiene blindada desde hace semanas su relación con Iglesias, y a pesar de las tensiones que se libran con la Vicepresidencia Económica de Nadia Calviño, que orienta sus esfuerzos a presentar unos planes que superen el filtro de Bruselas, Sánchez y la cúpula del PSOE siguen empeñados hasta el último momento en intentar la cuadratura del círculo o la geometría variable. O sea que se incorpore al acuerdo presupuestario no solo ERC sino también Ciudadanos. El respaldo de los liberales naranjas sería un gesto de seriedad a Europa y tranquilizaría el establishment económico. Porque además, los socialistas mantienen aún una notable desconfianza hacia los republicanos, cuya volatilidad es un elemento de alto riesgo. Su decisión de impedir los Presupuestos en 2019, que originó la elecciones, está en el recuerdo de Ferraz. El Gobierno cree que puede sortear la situación, a pesar de que el PP eleva los decibelios por el respaldo de EH Bildu y marca el terreno a Inés Arrimadas. Su riesgo no estriba tanto en la trifulca política de alto voltaje, sino en que el malestar social y el cansancio por la pandemia puede acelerar el desgaste para la izquierda en el poder que las encuestas empiezan a detectar. Esta deriva pondría en entredicho la conclusión que saca Otegi de sus conversaciones en la intimidad con Iglesias. Que en España hacen falta ocho años, es decir, dos legislaturas de coalición, para activar un proceso de cambio real que modifique la relación de fuerzas. La clásica batalla por la hegemonía política, cultural e ideológica de la izquierda de tradición marxista sobre la que teorizó el italiano Antonio Gramsci -el proponía una amplia alianza «para tomar y fundar el Estado- aflora en el horizonte. Iglesias es el constructor de este relato. En el PSOE tradicional se detecta una creciente incomodidad con esta narrativa. Su tesis es que hay que empezar a contrarrestar el evidente precio que se paga por la coalición con los morados.

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NAC