Diario de León

Personas de fuera que repueblan la España vacía

El 10% de la población rural española ha nacido en el extranjero

Una persona nacida fuera de España trabaja en un campo de cultivo. JEFFREY ARGUEDAS

Una persona nacida fuera de España trabaja en un campo de cultivo. JEFFREY ARGUEDAS

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La población inmigrante ha hecho posible la recuperación demográfica en las áreas rurales, tendencia que se empezó a observar a partir de 2017. A pesar de los bajos índice de fecundidad y de la alta mortalidad entre una población rural autóctona muy envejecida, las personas de origen extranjero comenzaron a asentarse no solo en los municipios del litoral mediterráneo, sino también en el interior más despoblado. Así lo pone de manifiesto el informe ‘Inmigración: retos y oportunidades’, un estudio del Observatorio Social de la Caixa, que subraya que un 10% de la población rural es de procedencia extranjera.

Adriana Pérez Pesce, de 44 años, es una bonaerense que llegó a España en 2001. Su formación universitaria como periodista y el hecho de compartir la lengua con el país de destino supusieron una gran ayuda para su adaptación. Aparte de las trabas burocráticas que encontró para que le homologaran su título de periodista, no encontró mayores obstáculos. Vivió en Barcelona, Madrid y hace ocho años decidió afincarse con su familia en Zarzalejos, un pueblo de la sierra oeste de Madrid con unos 1.600 habitantes.

«Me mude aquí porque me interesaba la dinamización rural y los movimientos que defendían la vuelta a la tierra y las raíces. Concilio mi vocación de comunicar con el respeto al medio ambiente, el cuidado de la tierra y de las personas, así como un reparto justo de los excedentes», asegura.

La inquietud de Adriana dista del proyecto vital de otros muchos inmigrantes. Ella vino a España espoleada por sus ganas de conocer mundo, aunque también por la crisis que se estaba incubando en Argentina.

Según explicó el investigador y profesor de la Uned, Luis Camarero, trabajadores búlgaros, rumanos, marroquíes, colombianos y ecuatorianos se están instalando en pueblos de Castilla y León, Aragón o Extremadura, en un proceso que dura ya tres años.

«Los inmigrantes vienen con edades que facilitan tener hijos, y, asimismo, estas familias arriban con hijos menores o tienen la intención de solicitar la reagrupación familiar», asevera Camarero.

En el grupo de edad más dinámico, el de edades comprendidas entre los 20 y los 39 años, la población inmigrante que vive en pueblos de la España rural con más de 10.000 se cifra en un 16%.

En 2018, la población española aumentó en 278.613 personas. Sin la contribución de ese flujo migratorio, el número de habitantes hubiera decrecido en 54.326 personas. A comienzos de 2019, el número de inmigrantes era de 6.539.656. Todos ellos rejuvenecen a la España rural. Entre el 10% y el 20% de los pobladores de esos pequeños municipios tiene más de 80 años.

Las crisis económicas, como en la que estamos inmersos ahora, han lastrado las posibilidades de desarrollo de la población rural. Es posible que la quiebra golpee de nuevo a los inmigrantes, si bien la pandemia ha demostrado que los trabajadores extranjeros ocupan puestos esenciales como la recogida de cosechas y el cuidados de ancianos.

Para Camarero, el carácter cosmopolita, aunque también precario, de las nuevas generaciones rurales «constituye un elemento clave en el proceso de recuperación de la vitalidad demográfica, económica y social de estas áreas». También deciden fijar su residencia en España ciudadanos jubilados del Reino Unido y Alemania, atraídos por un clima benigno y una baja densidad de población.

Muchos de estos nuevos pobladores rurales han sufrido la pandemia hacinados. De acuerdo con el informe, la población de origen inmigrante tiene más probabilidades de residir en viviendas sobreocupadas. En 2018, el 13,2% de estas personas residían en viviendas sobreocupadas, frente al 3,2% de la población autóctona.

Olga Cantó, catedrática de Economía de la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid), dijo que no hay temer miedo a los movimientos migratorios, porque, entre otras cosas, el «mundo no puede sobrevivir sin ellos».

Lo peligroso es que se vayan conformando barrios segregados y que aflores guetos, especialmente en el campo de la educación.

La tasa de riesgo de pobreza de los inmigrantes que residen en España es de un 46% —superior a la media europea—, a diferencia del 18% que se da en la población nativa.

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