OPINIÓN Julia Navarro
Los obispos y la ley
Sus señorías dan hoy luz verde a la ley de partidos, mientras continúa la polémica por la pastoral de los obispos del País Vasco cuestionando esta ley. Una vez más los católicos se ven afectados por el desgarro interno que produce ver cómo la iglesia vasca parece insensible al dolor y a la persecución de la que son víctimas todos aquellos que no comulgan con el credo nacionalista. La iglesia vasca se viene moviendo en la ambigüedad, en una ambigüedad calculada sin duda, pero que no resulta porque su aparente neutralidad en el conflicto vasco es una toma de posición, y no precisamente en favor de los perseguidos, de quienes son objetivo del nacionalismo radical. La cuestión no está en que los obispos no puedan opinar de las cosas de este mundo, que lo vienen haciendo desde hace dos mil años, la cuestión está en lo que opinan. Pero es que además la pastoral de los obispos del País Vasco va a tener un efecto más allá del escándalo de éstos días, y es que quedan «tocados» para poder mediar en el conflicto, como no hace tanto lo hiciera el propio obispo Uriarte en las conversaciones entre el Gobierno y ETA en Suiza. Porque no hay que olvidar que Uriarte fue llevado a la diócesis de San Sebastián por inspiración del Gobierno de Aznar, y que fue el propio Gobierno, al parecer por inspiración de Jaime Mayor Oreja el que le buscó como interlocutor con ETA. Sin duda la Iglesia podría desempeñar un papel mediador entre las partes, un papel discreto, pero con la pastoral de los obispos ese papel queda, al menos con esos tres obispos, invalidado, porque estos tres obispos han tomado partido, defienden una sensibilidad política concreta, y por tanto no pueden ser mediadores puesto que se han colocado en un lado de la mesa. El caso es que últimamente y a raíz de distintos acontecimientos se puede estar produciendo una brecha entre la Iglesia y la sociedad. Y es que el caso Gescartera con el famoso ecónomo de Valladolid, las inversiones de algunos obispos en paraísos fiscales y ahora esta pastoral, contribuyen a que los católicos se escandalicen, y no sólo los católicos, y que desde los bancos de la oposición se pidan responsabilidades por estos y otros comportamientos que tienen a la Iglesia como protagonista. Lo peor es el dolor que ha producido la pastoral de los obispos del País Vasco, peor que el escándalo, que también ha producido. Vaya por delante lo que vengo defendiendo y es que la ley de partidos se debería de haber hecho por consenso, e incluir en ese consenso al PNV, pero las críticas políticas no pueden anular lo sustancial: que en el País Vasco hay verdugos y víctimas, gente que no puede pasear libremente por la calle, que ve amenazados sus negocios, su vida, que son ciudadanos que llevan en la espalda una diana por no ser nacionalistas, y los obispos Vascos pasan de puntillas por ésta situación. Ese es el problema, no tanto que no les guste la ley de partidos.