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OPINIÓN Julia Navarro

Historia de una concejal

Publicado por
León

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Es estremecedora la noticia de que una mujer, Rosa Gabirondo, concejal independiente en Gaztelu, ha sido agredida por su hijo y por su hermano, ambos de Batasuna. La historia, que ha trascendido gracias al PNV, es simple: se celebró un pleno municipal en el pueblo, se discutieron temas urbanísticos, y a la salida, los de Batasuna, en esta ocasión hijo y hermano de Rosa Gabirondo, la emprendieron contra ella. El suceso es terrible porque pone en evidencia el grado de degradación moral que se padece en el País Vasco. Hemos visto en algunas películas de la II Guerra Mundial, a chicos nazis denunciando a sus padres a sus rubicundos mandos, y parecía eso, de película, inimaginable en la realidad. Pero resulta que es posible, resulta que la realidad siempre supera a la ficción y en Gaztelu un hijo ha agredido a su madre por una diferencia político-urbanística. Un consistorio municipal es un lugar de encuentro para los vecinos y sus representantes, un lugar donde debatir libre y democráticamente. Pero en el País Vasco los consistorios son lugares donde desde las filas de Batasuna se profieren amenazas, insultos, y se incita a las agresiones, o como en este caso, se llega a ellas. Batasuna impide el ejercicio político democrático y libre en los ayuntamientos y hasta ahora lo vienen haciendo con casi total impunidad. Por eso lo que le ha pasado a Rosa Gabirondo, que haya sido agredida por su hijo y su hermano, ambos de Batasuna, es un reflejo de la enfermedad que padece una parte del País Vasco. Es un retrato terrible de cómo muchos de los que militan en Batasuna, de los que se deslizan por el camino de la violencia, han llegado a despojarse de cualquier atisbo de moralidad. Un hijo pegando a su madre por una diferencia política es algo terrible, abominable. ¿Qué lleva dentro ese chico? ¿Cómo se siente hoy, el día después? ¿Es la primera vez que agrede a su madre por una diferencia política? ¿En qué momento se convirtió en un fanático capaz de llegar adonde ha llegado, a pegar a su madre? ¿Y ahora qué? ¿Qué hará Rosa Gabirondo? ¿Tendrá miedo? ¿La pondrá ETA en su punto de mira, en el punto de mira en el que la han colocado su hijo y su hermano? Cuando observamos lo que sucedió en los días previos al nazismo y posteriormente, uno piensa cómo fue posible que casi todo un pueblo enloqueciera de la manera en que parecieron hacerlo los alemanes. Por eso a veces es inevitable hacer un paralelismo con lo que vemos que sucede en el País Vasco, en que una minoría de gente se comporta como aquellos «camisas pardas», amedrentando, señalando, agrediendo, en definitiva coartando la libertad y la democracia, y llegando al paroxismo de que una mujer haya sido atacada por su hijo, por diferencias políticas. A ese punto ha llegado la degradación moral de algunos.