Diario de León

OPINIÓN Antonio Casado

Obispos, curas, ciudadanos

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León

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Diga lo que diga la Conferencia Episcopal, la controvertida carta pastoral de los obispos vascos traslada las tesis de una opción política -por tanto contingente, opinable, no más ni menos legítima que otras y discutible en un marco de libertad civil- a un documento religioso. Sean las que sean sus intenciones últimas. Negarlo es un insulto a la inteligencia. Diga lo que diga quien lo diga, la carta pastoral de los obispos vascos -y aún más el posterior documento de los 358 curas de las mismas Diócesis-, apuesta por dejar encajada en la legalidad a Batasuna, terminal política de una banda criminal de inspiración nacionalista, so pena de males mayores según un diagnóstico y una terapia que no es de obligado cumplimiento. Digan lo que digan los obispos, vascos o no, pues es evidente que la discrepancia también habita en el seno de la Jerarquía Católica, lo único que es de obligado cumplimiento en la vida civil es la decisión del pueblo soberano expresada a través de sus legítimos representantes políticos y convertida en ley. En su declaración del jueves último, la Ejecutiva del Episcopado reconoce el derecho del Estado a gobernarse. Pues claro. Sólo faltaba que lo pusiera en duda. Y a renglón seguido, denuncia los excesos cometidos por quienes han discrepado de la controvertida carta pastoral de los obispos vascos. A ver si ahora va a resultar que el problema es el ruido y no su causa. Bueno, pues sobre la causa del estrépito, nada de nada. Es evidente que a escala corporativa no desean ir al fondo de la cuestión, en la que sí han entrado algunos obispos en el uso de su autonomía (Estepa, García Gasco, el propio Rouco, etc.). El fondo de la cuestión reside en la incoherencia que anida en el hecho de que, después de condenar el terrorismo y pedir la desaparición de ETA, como efectivamente hacen los obispos vascos, se oponen a que el Estado tome determinada medida que, con mayor o menor acierto -eso ya se verá- está inspirada en el deseo de acabar con el terrorismo. O al menos, de intentarlo, en nombre del primer mandamiento de la ley natural y el quinto mandamiento de la ley de Dios: no matarás. ¿Cómo es posible que un principio como éste se trate con tanto relativismo?

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