Diario de León

La Policía cree que se quería sustituir a los grupos capturados en Francia

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El Levante se ha convertido en una zona maldita para ETA. La detención ayer del etarra Aitzol Maurtúa Eguren ha frustrado por cuarta vez en dos años los planes de la cúpula terrorista de golpear en pleno verano una de las áreas más turísticas de España. La caída de este último comando se produce sólo un mes y medio después de que la Policía francesa abortara el inminente envío a Benidorm de dos taldes independientes con órdenes de sembrar el terror en todo el litoral mediterráneo. Los servicios de Información de la Policía están convencidos de que el etarra detenido ayer en Algemesí y su supuesto compañero debían sustituir a los dos comandos que cayeron el pasado dos de mayo en la localidad francesa de Niort (La Rochelle), cuando los agentes franceses detuvieron al cabecilla etarra Javier Abaunza Martínez y a cuatro de sus subordinados: Letxuri Gallastegi, Manex Zubiaga, Anartz Oiartzabal y Ángel María López. Estos cuatro activistas tenían ya órdenes de la dirección de ETA de pasar la frontera a finales de mayo para formar dos comandos independientes (de dos etarras cada uno), para golpear de manera simultánea. Zubiaga, a instancias de Abaunza, ya había alquilado un apartamento en Benidorm (Alicante) y había comenzado las gestiones para arrendar otros inmuebles en el Levante. En el piso de La Rochelle, los agentes antiterroristas galos descubrieron planos y croquis de diferentes localidades, donde los activistas pensaban colocar coches-bomba indiscriminados contra edificios y hoteles. El comando iba a utilizar como centro de operaciones el Levante, una zona que conocía bien Anartz Oiartzabal, quien el 24 de julio de 2001 perdió a su novia, Olaia Castresana, al estallarle la bomba que manipulaba en un apartamento de Torrevieja (Alicante). Este suceso evitó que el pasado verano ETA pusiera en marcha su campaña estival. Una estrategia terrorista que la banda armada esta viendo continuamente frustrada en los últimos años, pero que en las décadas de los ochenta y noventa golpeó con dureza los intereses turísticos españoles, principalmente en la Costa Brava, en el litoral levantino y en la Costa del Sol.

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