Los obispos pagan su deuda

ETA se hizo oír ayer en el sur andaluz, para que el eco de sus dos atentados (Fuengirola y Marbella) se escuchara en Sevilla, donde los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea celebran su segunda y última reunión del semestre de presidencia española y donde se están tratando importantes asuntos que afectan a un importante número de ciudadanos. Y como siempre que la banda terrorista comete una acción criminal, detrás de las condenas habituales suele aparecer el silencio de los cómplices, y hasta aflora a veces el recuerdo de algunas actitudes ambiguas, que o bien justifican subliminalmente a la banda terrorista, como harían algunos dirigentes del nacionalismo democrático, o bien consiguen, mediante el llamado discurso de la equidistancia, exasperar a quienes esperan, frente al problema de la violencia etarra, pronunciamientos más radicales de condena. Bien sabido es que una reciente pastoral de los obispos vascos encrespó al Gobierno del Partido Popular, y a amplios sectores de la sociedad, contra los purpurados firmantes del documento, hasta el punto de que se esperaba, sin el menor fundamento, que la Conferencia Episcopal desautorizase y reprendiese duramente a sus colegas del País Vasco. Pero la jerarquía eclesial española siempre ha sido, como todas las organizaciones sociales, altamente corporativa, y amonestar públicamente a uno o, más bien, a cuatro de los suyos le debió parecer menos aconsejable que regañar al Gobierno por sus críticas irreverentes, como finalmente hizo. Sabía, sin embargo, el Gobierno de José María Aznar, tras haber accedido a dar gran prestancia académica a la asignatura de religión, que la jerarquía eclesial estaba en deuda con él, en doble deuda, de gratitud por el rango dado a la asignatura más grata a los obispos y el silencio que la Conferencia Episcopal dedicó a las teorías acongojantes/irritantes de los purpurados vascos sobre el problema sociopolítico del terrorismo. De ahí que la Comisión Permanente de los obispos españoles, reunida el pasado jueves en Madrid, decidiera elaborar un documento muy fuerte de condena al terrorismo de la banda terrorista ETA y a todos los que directa o indirectamente lo justifican o lo apoyan. La condena episcopal se extenderá así a toda la trama de la banda, es decir, a la red de complicidades sociales, políticas y financieras con la violencia terrorista. El documento era esperado, por ser debido, y su pago se efectuara muy pronto.