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León

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El 10 de julio Miguel Ángel Blanco volvió de Eibar a su casa en la calle Iparraguirre número 11 de Ermua a almorzar. «Tras comer, el concejal se dirige hacia el apeadero del tren de vía de estrecha, como era habitual en los días laborales, para volver a su puesto de trabajo, en el que tenía que entrar a las 15.30 horas». Minutos antes de esa hora -asegura el sumario- Blanco llegó a la estación de Eibar, «donde es abordado por Irantzu Gallastegui» en la confluencia de las calles Ardanza y San Juan. La etarra le encañona en los riñones, «dirigiéndose ambos hacia un vehículo de color oscuro estacionado en la misma calle Ardanza». Y aquí comienzan las lagunas. En el sumario 9/97 -al margen de recordar las dos llamadas en nombre de ETA a Egin y Egin Irratia para advertir de la inminente ejecución de Blanco si no se cumplían las exigencias terroristas- no hay una sola referencia de lo que ocurrió entre las 15.30 horas del día 10 y las 16.40 horas del día 12, cuando unos vecinos encontraron en los alrededores del caserío de Miracampa en Lasarte (Guipúzcoa) el cuerpo aún con vida de Miguel Ángel Blanco. El edil aún respiraba, aunque los terroristas le habían descerrajado dos tiros a bocajarro en la cabeza. Muñoa, que ha sido para los servicios de Información la única fuente fiable del caso, nunca supo qué hicieron Geresta, Txapote y Amaia con el concejal, ni dónde lo trasladaron. El chivato de HB no participó en el operativo del secuestro ni en la custodia del Miguel Ángel Blanco. Ni Javier García Gaztelu ni Gallastegui, desde su cautiverio en Francia, han dicho una palabra de lo ocurrido, aunque han sido varios los intentos de los servicios de Información de la Policía por lograr que las autoridades galas les interrogaran en profundidad. El fenomenal movimiento ciudadano de repulsa a ETA que ocasionó el asesinato de Miguel Ángel Blanco supuso la vuelta de la tortilla en el panorama político del País Vasco. Aquel movimiento, «el espíritu de Ermua», echó a las calles a cientos de miles de personas, nacionalistas y no nacionalistas unidos en el rechazo a los terroristas. La situación cambió en poco más de un año, llegó la tregua de ETA en septiembre de 1998, y con ella regresó el foso entre nacionalistas y no nacionalistas. La ejecución por la espalda de Blanco fue un aldabonazo que sacudió conciencias y unió ideologías contra ETA.

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