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OPINIÓN Antonio Papell CONFLICTO CON MARRUECOS

Cómo resolver la crisis

Publicado por
León

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La ocupación militar por fuerzas españolas de la isla del Perejil no ha resuelto obviamente el problema planteado por la ocupación sino que únicamente ha cambiado, de forma teóricamente favorable a España, los términos de la controversia que en todo caso debería resolverse mediante la negociación, bien directa, bien facilitada por la intervención de un mediador (ayer, la ministra Ana Palacio desechaba esta posibilidad, pero no puede excluirse que se recurra a ella en el futuro). Sucede sin embargo que para poder emprender una negociación cabal, que en todo caso requeriría la buena disposición de ambas partes, a España le falta un dato fundamental sobre el que, de momento, sólo pueden hacerse cábalas: el porqué de la ocupación de Perejil. No es imaginable que Rabat sintiera repentinamente un absceso de fervor patriótico que lo llevara a plantar su bandera sobre el islote. Ni siquiera es verosímil que la decisión marroquí estuviera dirigida a meter gratuitamente el dedo en el ojo de los españoles. Con la claridad, la escalada de tensión que está provocando Mohamed VI obedece a unos designios solapados pero racionales, que convendría desentrañar. A primera vista, la mayor urgencia marroquí versa sobre el Sáhara Occidental, asunto que estará en el Consejo de Seguridad de la ONU antes de fin de mes. Nuestro país secunda por principio la decisión que adopte el secretario general de la ONU, quien está al parecer vacilante entre mantener el referéndum o auspiciar directamente la anexión por Marruecos, posibilidad que ya es claramente respaldada por Norteamérica y por Francia. Pero tampoco encaja la ocupación marroquí de Perejil en este esquema: irritar aún más España no la impulsará precisamente a apoyar las tesis de Marruecos en este asunto. Y puesto que la opinión pública española es claramente favorable a la independencia del Sahara, el Gobierno español tendría hoy grandes dificultades para contrariar a dicha opinión. Parece evidente que la operación marroquí es de mucho mayor alcance y de más calado: sencillamente, Rabat habría impulsado un proceso, necesariamente largo, para reivindicar Ceuta y Melilla. Proceso que difícilmente se podrá detener el día que el Reino Unido y España hayan sacado adelante sus negociaciones sobre Gibraltar. La razón es sin duda española; pero los marroquíes no se han ido de vacío: han conseguido mostrar al mundo una situación territorial cuando menos insólita -un islote español a tiro de piedra de la costa marroquí y a 40 kilómetros de la española-, mantenida por una vieja potencia «colonialista».

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