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CONFLICTO CON MARRUECOS

Medio siglo de amor y odio

España se ha desprendido del complejo marroquí que ha condicionado durante los últimos 25 años su política exterior hacia el vecino del sur; incluso, la primera visita oficial de los sucesivos presidentes del Gobierno se

Un joven marroquí lanza una honda a una patrulla de la Guardia Civil en las inmediaciones de Perejil

Publicado por
Javier Fernández Arribas - MADRID.
León

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Durante una visita relámpago con almuerzo en el palacio de la Zarzuela, Mohamed VI condicionó las relaciones al apoyo español para la resolución favorable a sus intereses del contencioso del Sáhara. La negativa española de entonces acarrea las consecuencias actuales: sin pesca, sin embajador, con pateras y con la provocación de Perejil como presión ante la reunión de la ONU de final de mes para tratar el futuro del Sáhara. Rabat cuenta con el apoyo de Estados Unidos y de Francia, metrópoli dominante que no ha podido impedir el incremento de las relaciones económicas y comerciales entre españoles y marroquíes, del uso del español frente al francés y de la pasión de los marroquíes por el Real Madrid y el Barcelona. Las relaciones bilaterales entre España y Marruecos, más allá de las guerras, la última en 1958/59 en Sidi Ifni, tienen cuatro fechas clave en los últimos 30 años: octubre de 1975 con la marcha verde de Hassan II sobre el Sáhara con Franco en el lecho de muerte; enero de 1986, con el ingreso de España en la Unión Europea y la permanencia en la OTAN; 1991 con la firma del Tratado de Amistad, Buena Vecindad y Cooperación, y 27 de octubre de 2001, con la retirada del embajador marroquí en Madrid. La amenaza de una nueva marcha verde sobre Ceuta y Melilla ha jalonado la salud de las relaciones bilaterales. La caída, algún día, como «fruta madura» de estas dos ciudades españolas, como pensaba Hassan II, tuvo su punto público de fricción en febrero de 1975, cuando Marruecos planteó la situación en el Comité de Descolonización de la ONU. El pulso constante de la diplomacia española tuvo un nuevo impulso desde Rabat en enero de 1987. Hassan II propuso la creación de una «célula de reflexión hispano-marroquí» sobre el futuro de Ceuta y Melilla. Propuesta rechazada por España. Hasta ese año, los acuerdos pesqueros se negociaban entre España y Marruecos con apresamientos, algún ametrallamiento y grandes cantidades de dinero en compensaciones. La presión española consistía en dificultar el tránsito por la península de los productos marroquíes exportados a Europa. Pero esos años ochenta de tortuosas negociaciones acabaron tras el ingreso de España en la Comunidad Europea. Si con Felipe González hubo una buena química, José María Aznar no gozó de esa «simpatía» personal. Abel Matutes apenas cruzó el Estrecho y cuando la pesca se acabó, Aznar no se contuvo al anunciar que esta actitud marroquí tendría consecuencias. La respuesta de Mohamed VI llegó en la páginas del periódico francés Le Figaró al acusar a «las mafias españolas» de la inmigración ilegal en el Estrecho. Todos los gobiernos españoles han considerado como una prioridad la estabilidad del régimen marroquí, sin prestar la debida atención a la precaria situación de los derechos humanos o el destino del dinero final de la ayuda oficial española. El peligro del integrismo islámico, con Argelia como ejemplo aterrador, ha condicionado buena parte de la actuación de España, de la Unión Europea y de los Estados Unidos.

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