OPINIÓN Fernando Jáuregui
Perote, Galindo y el pasado
El nombre de Juan Alberto Perote, el ex coronel que sustrajo documentos del CESID, donde trabajaba, está de nuevo en los periódicos al haber ganado en el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasbugo el recurso que presentó contra el juicio que lo condenó en España a siete años por revelar secretos relativos a la defensa nacional. No es precisamente un héroe popular, aunque ha tratado en más de una ocasión de presentarse como víctima. Dicen que hoy conspira, desde el apartamiento y en libertad, contra quienes creen que contribuyeron a perderlo, olvidando que él se perdió a sí mismo. Perote, como el ex general de la Guardia Civil Enrique Rodríguez Galindo, es uno de esos militares, pocos, que emborronaron la historia del paso por el poder de los socialistas, una etapa que, por otra parte, contiene, cómo no, otros muchos elementos positivos. Pero no son el mismo caso: Galindo, en prisión por el ''juicio Lasa y Zabala'' y que acaba de ver denegados sus recursos contra su condena, resulta, al menos, una figura contradictoria. Llena de claroscuros, porque su paso por el cuartel donostiarra de Intxaurrondo registra episodios brillantes en la lucha contra el terror. Pero uno y otro representan lo peor de una etapa de los servicios de inteligencia españoles y lo peor de una ''guerra sucia'' contra el terrorismo que produjo más consecuencias negativas que positivas, si es que de positivo hubo algo en los GAL y similares. Ambos representan, pues, un recuerdo del pasado que hay que ir pensando en superar. Los españoles han pasado ya la página del recuerdo de aquellos negros sucesos y probablemente a nadie le importase ya que, como Perote, Galindo quedase libre, aunque la naturaleza de sus culpas sea de índole muy diferente, más graves las del segundo. Son, con Rafael Vera, Roldán, Sancristóbal y otros, la representación de un poder político que se ejerció con escasos controles democráticos.