NUEVA OFENSIVA TERRORISTA
Cinco minutos de indignación y rabia
Miles de ciudadanos respondieron ayer, en silencio una vez más, al ruido de las bombas. El estupor y la rabia se reunieron puntuales a las doce del mediodía ante los ayuntamientos e instituciones de todo el país.
En la costa y en las grandes ciudades destacó la presencia de turistas extranjeros en las concentraciones, que quisieron acompañar a los españoles en su conmovida protesta. Las muertes de una niña de 6 años y de un hombre de 57 por la explosión de un coche bomba colocado por ETA en Santa Pola (Alicante) indignaron a propios y extraños, que se concentraron en todos los puntos de la geografía española convocados por la Federación Española de Municipios y Provincias, los gobiernos autonómicos y varias organizaciones sociales. La Puerta del Sol en Madrid o la plaza del ayuntamiento de la capital, la de Sant Jaume en Barcelona, la plaza Mayor de Valladolid, la del Obradoiro en Santiago de Compostela, las de Santander, Málaga o Murcia se convirtieron en altavoces de la protesta ciudadana. Las concentraciones, en las que se repitieron palabras y gestos y repulsa, terminaron con una emocionada ovación y con el grito de «¡Asesinos, asesinos!», que muchos de los presentes habían aguantado durante los cinco minutos de rigor. También en el País Vasco y en Navarra las instituciones y las organizaciones pacifistas condenaron «la barbarie» de inmediato. El Foro de Ermua hizo un llamamiento a «todos los ciudadanos de bien» y Gesto por la Paz recriminó a los terroristas que utilicen a las personas como «objetos de chantaje». A las doce del mediodía, pero también a distintas horas de la tarde y a lo ancho de la geografía vasca, cientos de personas se buscaron en los lugares habituales para pedir a ETA que se disuelva y les deje «vivir en paz», como exigió Denon Artean en San Sebastián. Los tristes acontecimientos de Santa Pola empañaron las fiestas de la Virgen Blanca de Vitoria. Su alcalde, el popular Alfonso Alonso, decidió suspender parte del programa previsto para la jornada y convertir la recepción municipal festiva en un acto de condena al que se sumaron autoridades y muchos de los que celebraban los festejos patronales de la capital vasca.