Falsas expectativas

No hay atajos frente al terrorismo. La frase no está concebida sólo para aludir a técnicas ilegales e ilegitimas. Tampoco existen bálsamos milagrosos en legislaciones especiales, en declaraciones rotundas y en anhelos electorales. Estabamos donde estábamos antes de la nueva ley de partidos. ETA vuelve a matar, de la forma más vil, en el verano Mediterráneo, porque para poner un coche bomba no hacen falta estructuras tan complicadas ni luchadores de elite. Bastan asesinos sin escrúpulos y un poco de astucia para aparentar ser un turista más de los que se mueven por la Comunidad Valenciana. Pero la reacción, con la indignación lógica del pueblo español, cansado ya de tanta violencia, no puede mover a los dirigentes políticos a crear falsas expectativas y esperanzas en que el final del terrorismo está más cerca. Ahora, todavía bajo la emoción y la indignación del atentado de Santa Pola, José María Aznar promete acelerar la ilegalización de Batasuna, como si los procesos jurídicos y penales se cargasen con la indignación que provocan los atentados terroristas y la muerte de niños y adultos inocentes. No está garantizado que ilegalizar a Batasuna acelere el final de ETA. Esa es la hipótesis política con la que se supone que han actuado el gobierno y los partidos que han apoyado la nueva ley de partidos políticos. Ahora hay que cumplir los propios trámites de la ley y dejar que los tribunales hagan su trabajo. Pero la política no se acaba con la represión policial ni con la acción de los tribunales. El trabajo político exige, sigue exigiendo, aunar voluntades políticas en Euskadi y en el resto de España, para atraer a todos los ciudadanos a las barricadas de la democracia. También a los nacionalistas vascos. Crear falsas expectativas en los ciudadanos conduce a un camino de acelerones que puede llegar a un tramo en donde no se pueda alcanzar más velocidad. A los ciudadanos hay que decirles siempre que éste es un camino difícil, lento y concienzudo. Sólo desde la perseverancia se puede alcanzar la paz. Ahora no vaya a ocurrir que la nueva ley de partidos se presente como un antídoto milagroso, para que después no resuelva el problema. Entonces, ¿qué?