La ley de los débiles

Todos los días la misma noticia ocupa página en periódicos, minutos en radio y televisión. Quizá por eso empieza a notarse una cierta insensibilidad, indiferencia, en la sociedad ante tantos dramas como se viven cotidianamente en el Estrecho y, ahora también en las costas canarias. Cientos, miles, de inmigrantes intentan llegar a nuestras costas soñando con iniciar una vida mejor. Antes de embarcarse en una patera han sido ya explotados por los modernos esclavistas, por negreros, que hacen del drama de la miseria un pingüe negocio. Pero muchos de estos inmigrantes clandestinos no llegan a pisar vivos la costa española y mueren al azote de las olas del Estrecho en sus barcos naufragados, o porque han sido lanzados al agua por los capitanes de las embarcaciones que no quieren correr el riesgo de ser detenidos por la Guardia Civil. Y así ya digo, a fuerza de cotidianas, estas muertes se van convirtiendo en paisaje inamovible de la actualidad. ¿Qué está fallando? Pues es evidente que las leyes en vigor no sirven para hacer frente a la inmigración ilegal y frenar las muertes terribles que muchos inmigrantes encuentran en costas españolas. Nuestro Gobierno, como tantos otros gobiernos europeos, se dedican a perseguir a los inmigrantes, a aplicarles leyes durísimas, a ponerles en la frontera. Es decir se ensañan con la parte más débil de la cadena de la inmigración. Las mafias permanecen intactas. Los negreros ni se inmutan, ya que los inmigrantes expulsados volverán a ser clientes seguros que intentaran volver a probar suerte cruzando el Estrecho. Las mafias campan a sus anchas, y los países de donde vienen los inmigrantes tampoco se inmutan. Son países del Africa subsahariana, con fronteras artificiales creadas por los intereses económicos y políticos de Occidente. Y tanto les da los gobiernos de éstos países que emigren los suyos o se queden. No mueven un dedo para frenar la inmigración.